"Putuplain Mamí, boy, putuplain Mamí" cantaba mi abuelo mientras daba de comer a las palomas, y yo recorría la casa repitiéndolo a viva voz mientras pedaleaba a lo Fangio en mi velocípedo azúl.
Échenle la culpa a Mamí, me dijo, cuando le pregunté qué significaba lo que cantaba, y entonces me dí cuenta de que la pronunciación del abuelo -que era reaccionario y americanófilo hasta la médula pero cuyo inglés no pasaba del Tom is a boy and Mary is a girl- no era precisamente ortodoxa, pero seguí haciendole coro, porque éramos compinches de cánticos locos.
Muchos años después de que mi abuelo se fuera -un viaje cuya destinación no era "Uest Palm Bichi", un viaje del que no regresaría cargado de regalitos e historias para contarle a sus nietas- descubrí quién era Mamí y por qué habían de culparla, en la voz y figura de Rita Hayworth. Desde entonces "Gilda" es una de mis películas favoritas.
“But Paris was a very old city and we were young and nothing was simple there, not even poverty, nor sudden money, nor the moonlight, nor right and wrong nor the breathing of someone who lay beside you in the moonlight.”
E. Hemingway.
E. Hemingway.
"París era una fiesta"
Tuesday, 31 August 2010
Monday, 30 August 2010
Naricita roja
Lo he dicho antes, no me gustan las muñecas. Las encuentro siniestras, como a los payasos. Los muñecos, en cambio, me fascinan. Me paso la vida enamorandome perdidamente de marionetas pasajeras, muñecos de trapo ajenos, personajillos de plastilina efímeros y encantadores.
Por estos días tengo un nuevo amor: un diablillo tierno y rojo con un libro ajadito de tanto leerlo bajo el brazo. Su creador es Chris Sickels, dueño del Red Nose Studio -presentado por el Garrix, que tiene naríz para el genio- una de esas almas que hacen que me muera de envidia y admiración. Aquí va, con la esperanza de que se materialice muy pronto en algún rincón de mi casa.
Por estos días tengo un nuevo amor: un diablillo tierno y rojo con un libro ajadito de tanto leerlo bajo el brazo. Su creador es Chris Sickels, dueño del Red Nose Studio -presentado por el Garrix, que tiene naríz para el genio- una de esas almas que hacen que me muera de envidia y admiración. Aquí va, con la esperanza de que se materialice muy pronto en algún rincón de mi casa.
Saturday, 28 August 2010
Cuida'o con el perro...
Hace unas semanas los diarios publicaron una noticia que me pareció
-novelera como soy- interesante y misteriosa. Un hombre vestido con ropajes negros y una máscara de piel representado la cabeza de un perro que iba bajo el seudónimo de Cave Canem (cuidado con el perro, en latin) se dedicaba a clavar cruces con mensajes crípiticos de estilo luterano en las puertas de veinticinco iglesias de las cercanías.
-novelera como soy- interesante y misteriosa. Un hombre vestido con ropajes negros y una máscara de piel representado la cabeza de un perro que iba bajo el seudónimo de Cave Canem (cuidado con el perro, en latin) se dedicaba a clavar cruces con mensajes crípiticos de estilo luterano en las puertas de veinticinco iglesias de las cercanías.
Uno de los mensajes, grabados en la madera, rezaba: "El cristianismo, junto a otras religiones basadas en la idolatría de dioses, es el más grande y completo fraude que ha conocido la humanidad." No era precisamente un prodigio de la teología, pero nadie identificaba al canino profeta y la noticia siguió creando expectativa.
Hoy, empero, leo que el enmascarado ha sido reconocido. Se trata de un escritor desesperado que habiendo publicado un libro recientemente con la muy pobre cifra de cien vendidos, decidió hacer happenings para darlo a conocer. Tomando en cuenta que el libro se titula "El lamento de un escritor" no me extraña, francamente.
Me siento decepcionada. Yo había esperado que el hombre-perro pasara a la historia de la localidad y se convirtiera en algo para contar a los niños en noches de invierno. Llegué incluso a imaginarlo como parte de la comitiva infernal que asola a los cristianos que no han terminado sus labores domésticas en la noche de Navidad. En cambio, no tenemos más que un pobre frustrado. Otro más.
Está visto, Sancho. Excepto los de la literatura barata, éstos son tiempos sin ángeles ni demonios.
Foto: Dagbladet
Friday, 27 August 2010
Gente simple
-A que es lindo?- me pregunta, y no puedo menos que asentir. Es un reloj de marca, lujoso sin ser demasiado llamativo, con la hora exacta y funciones varias. Tiene dieciséis diminutos diamantes, me cuenta, y le ha costado una pequeña fortuna. Eso en Arabia Saudita, que si lo compra en Noruega sería el doble.
La pregunta revolotea sobre nuestras cabezas y al final se enreda en mi melena, indecisa. No es de buena educación preguntar por qué gasta alguien miles de coronas en un reloj para terminar subrayando (ésto es un gato) que lo que brilla no son cristalitos sino piedras preciosas...
No comprendo el afán de la gente por las marcas. No sé si es que estoy traumatizada por las carencias que me tocó vivir en la Isla, o si es que soy como el mono y no sé lo que es merengue aunque lo tenga en las narices. Lo cierto es que me aterran los exorbitantes precios que veo por todos lados y las ganas que tienen muchos de pagarlos. Una bolsa es una bolsa es una bolsa, un algo para echar los mil tarecos que necesitamos constantemente
-agenda, pluma, huesos de reno para la buena suerte, Tampax, servilletas húmedas, monedero 1, monedero 2, libro, celular y cincuenta notas sueltas-. Cómo es posible que cueste cinco meses de salario? Cómo es posible que alguien la escoja cuando pueden comprarse mil otras bolsas por una décima de ese precio, sólo porque dice Hermés, Dior o Gucci?
Mejor tener pocas cosas caras que muchas baratas, escucho decir. No lo dudo. Sin embargo, no creo que las grandes marcas se hicieran para los locos como yo, que se sientan en la hierba húmeda a esperar que comience el concierto, balancean la sandalias sentandos en el malecón y tiran la bolsa para abrazar a los amigos o cargar a los hijos; para los que se manchan de vino cuando estallan en carcajadas y se restregan contra gatos de ocasión.
A nosotros nos basta con las cosas simples, a lo Pulp.
Foto: Sirrithannawen
La pregunta revolotea sobre nuestras cabezas y al final se enreda en mi melena, indecisa. No es de buena educación preguntar por qué gasta alguien miles de coronas en un reloj para terminar subrayando (ésto es un gato) que lo que brilla no son cristalitos sino piedras preciosas...
No comprendo el afán de la gente por las marcas. No sé si es que estoy traumatizada por las carencias que me tocó vivir en la Isla, o si es que soy como el mono y no sé lo que es merengue aunque lo tenga en las narices. Lo cierto es que me aterran los exorbitantes precios que veo por todos lados y las ganas que tienen muchos de pagarlos. Una bolsa es una bolsa es una bolsa, un algo para echar los mil tarecos que necesitamos constantemente
-agenda, pluma, huesos de reno para la buena suerte, Tampax, servilletas húmedas, monedero 1, monedero 2, libro, celular y cincuenta notas sueltas-. Cómo es posible que cueste cinco meses de salario? Cómo es posible que alguien la escoja cuando pueden comprarse mil otras bolsas por una décima de ese precio, sólo porque dice Hermés, Dior o Gucci?
Mejor tener pocas cosas caras que muchas baratas, escucho decir. No lo dudo. Sin embargo, no creo que las grandes marcas se hicieran para los locos como yo, que se sientan en la hierba húmeda a esperar que comience el concierto, balancean la sandalias sentandos en el malecón y tiran la bolsa para abrazar a los amigos o cargar a los hijos; para los que se manchan de vino cuando estallan en carcajadas y se restregan contra gatos de ocasión.
A nosotros nos basta con las cosas simples, a lo Pulp.
Foto: Sirrithannawen
Thursday, 26 August 2010
Pinchacito tenedó
Lo confieso, veo a Jamie Oliver. Me encanta cocinar, me gustan los programas culinarios -de niña no me perdía a Nitza, aunque no puse los pies en la cocina más que para comer hasta los veinte años- y si tengo que escoger entre él y Nigella me quedo con el primero, porque para ver a una mujer pelinegra y con la boca grande chuparse los dedos ronroneando mientras prepara algo italiano ya puedo poner un espejo en la cocina.
Así, pues, viendo a Jamie cecear y anunciar cada dos segundos que todo le está quedando "lovely, just lovely" desde el comedor de una escuela primaria en los Estados Unidos me entero de algo que me pareció realmente chocante. Resulta ser que, al menos en esa escuela, a los niños entre cuatro y diez años no se les permite utilizar cuchillos y tenedores en el comedor, de manera tal que comen con cucharas. Con cucharas, como los presos.
A Jamie le parecía inaudito, y a mí, que recuerdo la insistencia constante de mis padres para que mis hermanos y yo aprendieramos, desde que pudimos sostenerlos en las manos, a utilizar correctamente los cubiertos, también.
La razón que esgrime el rector de la escuela es la violencia: no se les permite el acceso a objetos punzantes pare evitar desgracias más o menos accidentales. Como madre de niños en edad escolar me gustaría comprenderlo, pero como persona civilizada no puedo porque estoy plenamente segura de que no es la única causa y de que además están creando minusválidos sociales en masa.
La probabilidad de que esos niños aprendan a manejar un cuchillo y un tenedor en sus casas es tan baja que espanta. Cuando comen en familia siguen utilizando las cucharas a las que están acostumbrados en la escuela, que es donde ingieren la mayor parte de sus comidas diarias. Entregarles cubiertos cuando comienzan la adolescencia y pretender que se familiaricen con ellos es como esperar a que crezcan para enseñarlos a dar las gracias: se puede lograr, pero toma incontables veces más tiempo y raramente es algo espontáneo.
Tuesday, 24 August 2010
Pobre Juanito!
Hoy le toca a un bigotudo fantástico que conocí a los nueve años
-registrando en el librero de mi papá, junto a Jardiel Poncela y Erich María Remarque- por su Mescolanza Humorística. Recuerdo que me pasaba horas leyendo las pequeñas historias sobre aquel desgraciado Juanito, padre y esposo, comprendiendo tan sólo una mínima parte del contenido, pero sabiendo que me gustaba.
Años más tarde, en una de aquellas librerías privadas que plagaron la ciudad por un tiempo para desaparecer luego sin dejar rastro, encontré a Don Camilo en su pequeño mundo. Lo compré con todo lo que tenía ahorrado -eran los años duros en que el dinero aún valía- y me lo llevé a casa. Un día después ya no podía vivir sin él.
A propósito, el Vaticano debería invertir algunos millones de euros y comprarle a cada uno de sus sacerdotes una copia, a ver si aprenden cómo debe comportarse un cura de verdad: misa, olla, vino, conversaciones de tú a tú con el Crucificado y, sobre todo, mucho honor, que no por llevar faldas la hombría ha de ser menos.
"El destino se llama Clotilde", "Diario Clandestino" y "El retorno de Don Camilo" son libros para gente buena y con cerebro, porque los malos y los tontos no los comprenderían jamás.
Salud, Guareschi, y gracias por las risas, las lágrimas y las reflexiones.
-registrando en el librero de mi papá, junto a Jardiel Poncela y Erich María Remarque- por su Mescolanza Humorística. Recuerdo que me pasaba horas leyendo las pequeñas historias sobre aquel desgraciado Juanito, padre y esposo, comprendiendo tan sólo una mínima parte del contenido, pero sabiendo que me gustaba.
Años más tarde, en una de aquellas librerías privadas que plagaron la ciudad por un tiempo para desaparecer luego sin dejar rastro, encontré a Don Camilo en su pequeño mundo. Lo compré con todo lo que tenía ahorrado -eran los años duros en que el dinero aún valía- y me lo llevé a casa. Un día después ya no podía vivir sin él.
A propósito, el Vaticano debería invertir algunos millones de euros y comprarle a cada uno de sus sacerdotes una copia, a ver si aprenden cómo debe comportarse un cura de verdad: misa, olla, vino, conversaciones de tú a tú con el Crucificado y, sobre todo, mucho honor, que no por llevar faldas la hombría ha de ser menos.
"El destino se llama Clotilde", "Diario Clandestino" y "El retorno de Don Camilo" son libros para gente buena y con cerebro, porque los malos y los tontos no los comprenderían jamás.
Salud, Guareschi, y gracias por las risas, las lágrimas y las reflexiones.
Monday, 23 August 2010
Que todos los niños estén muy atentos.
Comienzo del curso escolar. En las flamantes mochilas -compradas según la estatura, el peso, la forma de la espalda, la postura al caminar- van estuches llenos de lápices de color, crayolas, plumones, portaminas, lápices para escribir, gomas, sacapuntas. La cantina con la merienda cuidadosamente preparada y adecuada a cada gusto también tiene su espacio. Las libretas y portafolios no han sido olvidados. Todo nuevo, reluciente, efectivo, gratificante.
Los veo alejarse y cierro la puerta tras ellos. Estoy acostumbrada al proceso y, sin embargo, algo dentro de mí se asombra porque puedo verme claramente, cargando mi mochila rusa, azul y tiesa, con un Pinocho pintado y correas que se encajaban en mis huesudos hombros por un caminito de adelfas hasta la escuelita. Mis libros iban forrados con las páginas más coloridas de la "Mujer Soviética" del mes, mis gomas eran especiales porque me las había traído mi papá de su oficina, los lápices de color iban alineaditos en su caja con letras chinas y la merienda era lo mejor que había en la casa, aunque no me gustara.
No se me ha ocurrido nunca comparar infancias, sería absurdo tomando en cuenta que se trata, más que de dos países, de dos universos distintos. Pero algo en común tienen: la rapidéz con que pasan. Dentro de unos años que me parecerán días los recordaré a ellos y a mí misma otra vez, cuando vea a mis nietos partir rumbo a la escuela.
Foto: Libro de Lectura 1 grado
Los veo alejarse y cierro la puerta tras ellos. Estoy acostumbrada al proceso y, sin embargo, algo dentro de mí se asombra porque puedo verme claramente, cargando mi mochila rusa, azul y tiesa, con un Pinocho pintado y correas que se encajaban en mis huesudos hombros por un caminito de adelfas hasta la escuelita. Mis libros iban forrados con las páginas más coloridas de la "Mujer Soviética" del mes, mis gomas eran especiales porque me las había traído mi papá de su oficina, los lápices de color iban alineaditos en su caja con letras chinas y la merienda era lo mejor que había en la casa, aunque no me gustara.
No se me ha ocurrido nunca comparar infancias, sería absurdo tomando en cuenta que se trata, más que de dos países, de dos universos distintos. Pero algo en común tienen: la rapidéz con que pasan. Dentro de unos años que me parecerán días los recordaré a ellos y a mí misma otra vez, cuando vea a mis nietos partir rumbo a la escuela.
Friday, 20 August 2010
Come and hear the tambourine...
Bailan las gitanas,
míralas el rey;
la reina, con celos,
mándalas prender.
Cervantes.
Los gitanos. Lorca, pienso. Granada, el Guadalquivir. Cantos ancestrales y dolorosos. Mi abuela, en cuyo recuerdo eran sucios, trapaceros, ladrones, habilidosos. Pushkin. Victor Manuel y las gitanas tropicales a las que, según dicen, me parezco. Bob Dylan y su canto a una mujer analfabeta y sometida que a la vez guardaba en su melena el misterio del mar. José Mercé. Panderetas, pies descalzos, faldas de loca con las que me gusta adornarme. Los gitanos....
Los gitanos. Sangre, pienso. Matrimonios pactados. Robo y mendicidad. Niños semianalfabetos. Mujeres rechonchas en la catedral de Sevilla, agresivas e insolentes, oliendo a sudor y romero, empujándose y empujando, en pugna por ganar la mano que no quiere ser leída. Acordeones disonantes en las calles de Oslo, tocados por paraplégicos de ocasión. Los gitanos...
El mandatario francés -la Galia es pródiga en enanos prepontentes- ordena su expulsión inmediata con una saña que recuerda la que imperó durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial, cuando miles de gitanos instalados en Francia fueron enviados a los campos de concentración. El mundo reacciona y es justo que lo haga pues las leyes, al menos en principio, han de ser aplicadas a todos por igual, y el pueblo romaní debe gozar de los mismos privilegios migratorios que el resto de los europeos.
Sin embargo, las migraciones ilegales de los gitanos son un problema en crecimiento. Quienes vemos verano tras verano como se incrementa el delito en las ciudades invadidas lo sabemos. La expulsión de familias enteras es un espectáculo doloroso, pero tal vez sea necesario. Idealmente podrían regresar, instalarse con sus papeles en regla y comenzar una vida nueva lejos de las penurias que los asolan, pero tomando en cuenta su disposición natural y la distribución económica y demográfica de los países en los que pretenden asentarse es un pensamiento casi utópico.
Ojalá puedan algún día vivir a su aire, en paz con ellos mismos y con el resto del mundo. Mientras tanto, se acerca el inverno...
Foto: Harry Hoppe
míralas el rey;
la reina, con celos,
mándalas prender.
Cervantes.
Los gitanos. Lorca, pienso. Granada, el Guadalquivir. Cantos ancestrales y dolorosos. Mi abuela, en cuyo recuerdo eran sucios, trapaceros, ladrones, habilidosos. Pushkin. Victor Manuel y las gitanas tropicales a las que, según dicen, me parezco. Bob Dylan y su canto a una mujer analfabeta y sometida que a la vez guardaba en su melena el misterio del mar. José Mercé. Panderetas, pies descalzos, faldas de loca con las que me gusta adornarme. Los gitanos....
Los gitanos. Sangre, pienso. Matrimonios pactados. Robo y mendicidad. Niños semianalfabetos. Mujeres rechonchas en la catedral de Sevilla, agresivas e insolentes, oliendo a sudor y romero, empujándose y empujando, en pugna por ganar la mano que no quiere ser leída. Acordeones disonantes en las calles de Oslo, tocados por paraplégicos de ocasión. Los gitanos...
El mandatario francés -la Galia es pródiga en enanos prepontentes- ordena su expulsión inmediata con una saña que recuerda la que imperó durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial, cuando miles de gitanos instalados en Francia fueron enviados a los campos de concentración. El mundo reacciona y es justo que lo haga pues las leyes, al menos en principio, han de ser aplicadas a todos por igual, y el pueblo romaní debe gozar de los mismos privilegios migratorios que el resto de los europeos.
Sin embargo, las migraciones ilegales de los gitanos son un problema en crecimiento. Quienes vemos verano tras verano como se incrementa el delito en las ciudades invadidas lo sabemos. La expulsión de familias enteras es un espectáculo doloroso, pero tal vez sea necesario. Idealmente podrían regresar, instalarse con sus papeles en regla y comenzar una vida nueva lejos de las penurias que los asolan, pero tomando en cuenta su disposición natural y la distribución económica y demográfica de los países en los que pretenden asentarse es un pensamiento casi utópico.
Ojalá puedan algún día vivir a su aire, en paz con ellos mismos y con el resto del mundo. Mientras tanto, se acerca el inverno...
Foto: Harry Hoppe
Wednesday, 18 August 2010
Santos óleos.
Hoy toca pintar. Con brocha gorda y brocha fina, overoles y guantes, removedores, palancas y metros de cinta protectora, que para éso vivimos en el desarrollo.
Como contrapartida a tanta precaución se me ocurre rendirle homenaje al "Crepúsculo" de Odd Nerdrum, uno de los pintores que más admiro, el último de los verdaderos exéntricos. No es una pintura para espíritus tuberculosos y estómagos débiles: como todo lo que produce Nerdrum y áun envuelta en su aire mágico, es real hasta la médula, descarnada, provocadora y, para mal de algunos hígados envidiosos, absolutamente genial.
Mírenla con ojos nuevos y mente abierta, y recuerden que el asco pasó de moda en los 60.
Como contrapartida a tanta precaución se me ocurre rendirle homenaje al "Crepúsculo" de Odd Nerdrum, uno de los pintores que más admiro, el último de los verdaderos exéntricos. No es una pintura para espíritus tuberculosos y estómagos débiles: como todo lo que produce Nerdrum y áun envuelta en su aire mágico, es real hasta la médula, descarnada, provocadora y, para mal de algunos hígados envidiosos, absolutamente genial.
Mírenla con ojos nuevos y mente abierta, y recuerden que el asco pasó de moda en los 60.
Tuesday, 17 August 2010
Deux ex machina
Son manuables, flamantes, sofisticados, modernísmos, eficaces. Sus dueños los exiben con orgullo, conscientes de la buena compra que han hecho. Se dice que suplantarán todo lo conocido, que son el presente y el futuro. Su nombre es corto y fácil, por supuesto, para que hasta un bebé pueda aprenderlo: iPad.
Las ganas de preguntarles a los poseedores de los maravillosos tarecos si no extrañan el ritual de abrir un libro real, olerlo, hojearlo, marcarlo, hacer notas al margen, zambullirlo por accidente en la bañera, mancharlo de vino, buscarlo por toda la casa, dormirse con él sobre el ragazo, hacerle un lugar en el librero, prestarlo bajo juramento y releerlo cada vez que el tiempo lo indique son intensas, pero intuyo con igual intensidad la respuesta.
Algo me dice que su fantasía es de color gris acero, como sus nuevos juguetes.
Las ganas de preguntarles a los poseedores de los maravillosos tarecos si no extrañan el ritual de abrir un libro real, olerlo, hojearlo, marcarlo, hacer notas al margen, zambullirlo por accidente en la bañera, mancharlo de vino, buscarlo por toda la casa, dormirse con él sobre el ragazo, hacerle un lugar en el librero, prestarlo bajo juramento y releerlo cada vez que el tiempo lo indique son intensas, pero intuyo con igual intensidad la respuesta.
Algo me dice que su fantasía es de color gris acero, como sus nuevos juguetes.
Foto: Anónimo
Monday, 16 August 2010
De cigarras y nostalgias
Después de mi familia y mis amigos, lo que más extraño son los libros que dejé atrás. Muchos se quedaron al cuidado de mi padre, que los mima por él y por mí, pero otros desaparecieron sin dejar rastro. Robados, prestados, extraviados, idos al fin y al cabo.
Hoy echo de menos el "Caballito blanco" de Onelio Jorge Cardoso, que contenía dos de los cuentos que más me gustaban cuando era niña: El canto de la cigarra y Los Tres Pichones. En la larga lista de los que deben ser recuperados, éste va a la cabeza.
Había sido un acuerdo de todos los pequeños habitantes del monte: hallar un lugar donde no viniera a plantar sus pezuñas el buey, o donde los continuados pasos de un hombre no hicieran trillos desnudos en la tierra.
Era preferible algún peñón alto de la montaña donde no treparan los animales grandes; o tal vez una rajadura entre las piedras, bastante bien soleada, para establecer definitivamente la aldea.
Y así se hizo.
Vino volando una abeja desde lejos y dijo:
— Hay un recodo espléndido, un vallecito con tres hilos de agua y una cantidad de romerillo florecido que da al pecho.
— ¿Y está cerca del paso de los hombres? —preguntó una hermosa bibijagua negra.
— Lejos —dijo la abeja—, tanto que desde allá arriba se les ve como pulgas saltando detrás de sus ganados.
— Pues vámonos allá —dijeron todos.
Y allá se fueron, a formar el pueblito feliz de los pequeños habitantes del monte.
Acarreaban las hormigas sus alimentos en una larga cordillera laboriosa que subía desde el pie de la montaña hasta lo alto del pueblo. Volaban las abejas en busca del polen y néctar para formar en los palos huecos del monte sus ricos y deliciosos panales. De noche prendían sus luces los cocuyos para alumbrar con suave luz la placita del pueblo.
Pero de todo aquel concierto de paz y abundancia se elevaba, de vez en cuando, un canto especial. Era una joven cigarra, que no hacía otra cosa más que cantar alegremente para todos.
Los grillos, que son muy buenos músicos, alababan mucho a la cigarra, y todos en general se hacían lenguas de su música.
Sin embargo, desde el pequeño ayuntamiento, un par de ojos torcidos, miraban hacia su casa. Era el alcalde, un grueso escarabajo de bombín y bastón que ambicionaba ser músico a toda costa, sin conseguirlo jamás; a pesar de pasarse horas y horas a puertas cerradas con su arco de violín, que hacía resbalar sobre sus patas lustrosas y dentadas.
Se cansaba pues, de intentarlo y corría a la ventana para echar una mirada de envidia a la joven cigarra, quien a veces con la luna también cantaba y otras veces no.
Desde luego, la envidia es como una oscura semillita que, si no se saca pronto del corazón de uno, crece y crece hasta que hace al corazón malvado. Y en esto fue en lo que vino a parar aquel mirar de envidia y aquella mala música que ni el mismo escarabajo alcalde podía oir [...]
Foto: Cuba Literaria
Friday, 13 August 2010
Hipócrates vs Eddie
Un joven doctor en la ciudad de Bergen acaba de ser suspendido de sus funciones como "médico de guardia" por haber abandonado su puesto para asistir a un concierto de Iron Maiden. El docto rockero alega en su defensa que sólo se ausentó por una hora y que antes de irse había hablando con una enferemera que le confirmó que había pocos pacientes esa noche y que por tanto no habría mayores problemas, y acusa a sus superiores de formar una tormenta en un vaso de agua.
Yo lo apoyo. Es injusto y poco razonable formar tanto lío por una insignificante falta que además estaba rocanroleramente justificada. Los estrictos galenos tendrían que pasar uno o dos años en cierta Isla donde los médicos se ausentan en masa y durante largo tiempo de sus tareas para garantizar la comida del día, comprar el jabón que acaban de sacar en la tienda, visitar a un colega que vino de la comunidad con regalitos o resolver misterios horizontales, mientras los salones de espera -lo que queda de ellos- se abarrotan de infelices pacientes.
Al cabo de ese tiempo sus principios estirarían como los bastidores de Tito, estoy segura.
Una reprimenda se merece el tipo, claro está. Pero, como dijo el filósofo, suave, suave...
Yo lo apoyo. Es injusto y poco razonable formar tanto lío por una insignificante falta que además estaba rocanroleramente justificada. Los estrictos galenos tendrían que pasar uno o dos años en cierta Isla donde los médicos se ausentan en masa y durante largo tiempo de sus tareas para garantizar la comida del día, comprar el jabón que acaban de sacar en la tienda, visitar a un colega que vino de la comunidad con regalitos o resolver misterios horizontales, mientras los salones de espera -lo que queda de ellos- se abarrotan de infelices pacientes.
Al cabo de ese tiempo sus principios estirarían como los bastidores de Tito, estoy segura.
Una reprimenda se merece el tipo, claro está. Pero, como dijo el filósofo, suave, suave...
Tuesday, 10 August 2010
Caridad, al menos.
En la última semana las noticias sobre las incesantes lluvias en Pakistán han, nunca mejor dicho, inundado los medios de comunicación. La cifra de muertos aumenta, los daños materiales son enormes, los sobrevivientes claman ayuda inmediata. Se calcula que en su totalidad es un desastre tres veces mayor que el terremoto que asolara Haití a principios de año.
Sin embargo, la respuesta en forma de ayuda humanitaria que están recibiendo no es ni de lejos comparable a la que recibió y sigue recibiendo Haití. Organizaciones como Médicos Sin Fronteras y Cruz Roja desesperan, envian llamado tras llamado tratando de despertar la empatía de la gente, que al parecer no acaba de manifestarse.
Cuando las primeras imagenes de Puerto Príncipe en ruinas comenzaron a llegarnos la movilización fue inmediata. Internet, la televisión, la radio, la prensa, todo se llenó del desastre y sus víctimas. El mensaje llegó fuerte y claro a los que podíamos hacer algo para ayudarlos, y lo hicimos. No sólo donamos a nivel personal, sino que exortamos a nuestros amigos y colegas a hacer lo mismo: la solidaridad cobró forma y función, otra vez.
Ahora, sin embargo, nos hacemos de rogar. No logramos identificarnos con los pakistaníes y sus angustias, su dolor no nos llega.
Será una cuestión política, me pregunto. Religiosa? Ambas? Estamos tan saturados, tan hartos de su actitud hostil y su estrechés de pensamiento, su intolerancia, su falta de voluntad para comprender y aceptar a los que no comparten sus ideas, que hemos dejado de considerarlos dignos de nuestra ayuda?
Si es así, es comprensible. Injusto, pero comprensible. Es difícil disasociar eventos y personas. Hace solo unas semanas salió la noticia sobre la red terrorista con base en Pakistán que operaba en Oslo. Los planes de ataque estaban ahí, y el blanco era la ciudad de todos. No es extraño que reaccionemos con un encogimiento de hombros cuando nos dicen que necesitan de nosotros. Si se las arreglan solos para matarnos también pueden hacerlo en la desgracia.
Lastimosamente, los miles y miles de infelices que ahora esperan sobre los techos de sus casasa semi derrumbadas, sobre los árboles, hacinados en los pocos edificios que aún se mantienen en pié tienen muy poco que ver con el terrorismo y sus ejecutores.Su cotidianeidad es tan dura que les deja apenas el tiempo suficiente para respirar. Son gente pobre, simple, seguramente buena, que ha visto como el agua arrastra lo poco que han logrado construir y atesorar en la vida, incluidos muchos de sus seres queridos. No es justo que paguen por los pecados de aquellos a quienes no les importa la vida, ajena o propia.
Ojalá seamos capaces de olvidar nuestros prejuicios, bien o mal fundados, y pongamos a la disposición de ésta pobre gente el bolsillo y la buena voluntad.
Sin embargo, la respuesta en forma de ayuda humanitaria que están recibiendo no es ni de lejos comparable a la que recibió y sigue recibiendo Haití. Organizaciones como Médicos Sin Fronteras y Cruz Roja desesperan, envian llamado tras llamado tratando de despertar la empatía de la gente, que al parecer no acaba de manifestarse.
Cuando las primeras imagenes de Puerto Príncipe en ruinas comenzaron a llegarnos la movilización fue inmediata. Internet, la televisión, la radio, la prensa, todo se llenó del desastre y sus víctimas. El mensaje llegó fuerte y claro a los que podíamos hacer algo para ayudarlos, y lo hicimos. No sólo donamos a nivel personal, sino que exortamos a nuestros amigos y colegas a hacer lo mismo: la solidaridad cobró forma y función, otra vez.
Ahora, sin embargo, nos hacemos de rogar. No logramos identificarnos con los pakistaníes y sus angustias, su dolor no nos llega.
Será una cuestión política, me pregunto. Religiosa? Ambas? Estamos tan saturados, tan hartos de su actitud hostil y su estrechés de pensamiento, su intolerancia, su falta de voluntad para comprender y aceptar a los que no comparten sus ideas, que hemos dejado de considerarlos dignos de nuestra ayuda?
Si es así, es comprensible. Injusto, pero comprensible. Es difícil disasociar eventos y personas. Hace solo unas semanas salió la noticia sobre la red terrorista con base en Pakistán que operaba en Oslo. Los planes de ataque estaban ahí, y el blanco era la ciudad de todos. No es extraño que reaccionemos con un encogimiento de hombros cuando nos dicen que necesitan de nosotros. Si se las arreglan solos para matarnos también pueden hacerlo en la desgracia.
Lastimosamente, los miles y miles de infelices que ahora esperan sobre los techos de sus casasa semi derrumbadas, sobre los árboles, hacinados en los pocos edificios que aún se mantienen en pié tienen muy poco que ver con el terrorismo y sus ejecutores.Su cotidianeidad es tan dura que les deja apenas el tiempo suficiente para respirar. Son gente pobre, simple, seguramente buena, que ha visto como el agua arrastra lo poco que han logrado construir y atesorar en la vida, incluidos muchos de sus seres queridos. No es justo que paguen por los pecados de aquellos a quienes no les importa la vida, ajena o propia.
Ojalá seamos capaces de olvidar nuestros prejuicios, bien o mal fundados, y pongamos a la disposición de ésta pobre gente el bolsillo y la buena voluntad.
Monday, 9 August 2010
La bobocracia.
Las doce, y ya estoy llamando. A punto estoy de entonar un salmo de alabanza cuando oigo que dá timbre; en la última semana he escuchado tantas veces el odioso mensaje de la contestadora que cualquier otra cosa me alegra.
Me presento con mis dos largos nombres y mis dos aún más largos apellidos y hago la pregunta del millón: "Ya está listo?" La respuesta se ramifica, como el marabú.
"¿En qué fecha lo entregaste? Anjá...¡Niño, búscame las salidas de pasaportes del trimestre! Oye ¡cómo está ese teléfono hoy!! ¡Está en candelaaaa!!"
En candela. Como Troya, como La Maya, como el cuarto de Tula...
"Mira mi vida, todavía no ha llegado nada. ¿Que la señora que lo recibió te dijo que llamaras cada mes y que definitivamente para la primer quincena de Agosto estaría? Eso era para darte una esperanza, mi vida."
Esperanza. En lenguaje normal, lo único que quedó en el vaso de Pandora. En lenguaje burocrático, vaselina.
"Llama a finales de mes, mi vida, a ver si ya ha llegado, oiste? Bueno. Chaitooo..."
No le cuento que de ese librito azul cobalto dependen las sonrisas de mis padres, aplazadas desde hace dos Julios, esperando por sus nietos. No le digo que ya no aguanto la incertidumbre, el temor de que ocurra algo y yo no pueda ir por estar indocumentada. Demasiado sé que de nada serviría. Su Santidad del Escritorio me daría otra "esperanza" y me olvidaría inmediatamente después.
Y luego veo en Travel Planet a todos esos infelices que recorren el mundo a la maroma, y escriben libros y se creen aventureros porque los funcionarios chinos les examinan el pasaporte tres veces y los iraníes esperan que se les pague por debajo de la mesa. Lo siento, no me impresionan. El día que puedan contar entre sus hazañas haber enfrentado el burocratismo migratorio cubano a mano limpia, dentro o fuera de la Isla, entonces sí.
Imagen: El Gran Quino
Sunday, 8 August 2010
Retrato de familia
Con la llegada de la temporada ciclónica renace en Cuba el temor por los desastres que puedan venir, y yo recuerdo a mi abuelo.
Contaba él que su madre, una señora de temple que parió y crió nueve hijos sin que le flaqueara el ánimo, tenía una relación muy directa y poco ortodoxa con la Potencia Divina. Iba por la casa contándole sus penas y glorias en voz alta, recriminandole los descalabros cotidianos y exigiendo reparaciones, y cuando sentía que se le había ido la mano ofrecía novenarios, como parche.
En aquellos tiempos todavía llovía en Cuba como Dios manda, y los ciclones eran de los que ya no vienen. Durante uno de ellos se hallaba mamá Fela hincada en la cocina, que era su altar, rezando la oración para conjurar las tormentas, cuando una ráfaga de viento tiró una de las cazuelas que colgaban en el cobertizo. La oración, a saber, quedó recompuesta de una manera singular:
Aplaca, Señor, tu ira,
tu justicia y tu rigor,
(la olla se fué a la mierda)
Foto: Anónimo
Contaba él que su madre, una señora de temple que parió y crió nueve hijos sin que le flaqueara el ánimo, tenía una relación muy directa y poco ortodoxa con la Potencia Divina. Iba por la casa contándole sus penas y glorias en voz alta, recriminandole los descalabros cotidianos y exigiendo reparaciones, y cuando sentía que se le había ido la mano ofrecía novenarios, como parche.
En aquellos tiempos todavía llovía en Cuba como Dios manda, y los ciclones eran de los que ya no vienen. Durante uno de ellos se hallaba mamá Fela hincada en la cocina, que era su altar, rezando la oración para conjurar las tormentas, cuando una ráfaga de viento tiró una de las cazuelas que colgaban en el cobertizo. La oración, a saber, quedó recompuesta de una manera singular:
Aplaca, Señor, tu ira,
tu justicia y tu rigor,
(la olla se fué a la mierda)
Misericordia Señor!
Desde entonces, ese es el conjuro que hacemos en la familia ante cualquier desastre climático. Hasta ahora nos ha ido bien, porque al final Dios no es mal tipo, lo que pasa es que Él también tiene su gente.
Foto: Anónimo
Thursday, 5 August 2010
L-o, L-a, Lola...
Que alguien haga una versión decente, por favor. Que alguien se cague de una vez y por todas en el puritanismo americano, en las grandes productoras y en las organizaciones lesbo-feministas y empiece de cero. Que nos den el chance de ver uno de los mejores libros jamás escritos llevado al cine como Dios manda, con la dosis de mierda y de magia que Nabokov le dio.
Amén.
Wednesday, 4 August 2010
Las canciones de mi abuelo #2
La cantaba su abuelita Cristina, una gallega con el pelo muy blanco y ojos como cuentas. La cantaba su madre, mamá Fela, quien puso en marcha la idea de la sortija, tan desafortunada. La cantaba él, mientras daba chágara en la carnicería. La canta su hijo, cuando talla tótems improvisados para regalar a la niña. La canta su nieta, entre dientes para que no la oiga Mariana.
Con las barbas de Maceo
vamos a hacer una escoba
para barrer los cuarteles
de las tropas españolas.
Foto utilizada por mi abuelo para la campaña política en que salió electo consejal del Partido Conservador y luego Alcalde de Manzanillo.
Con las barbas de Maceo
vamos a hacer una escoba
para barrer los cuarteles
de las tropas españolas.
Foto utilizada por mi abuelo para la campaña política en que salió electo consejal del Partido Conservador y luego Alcalde de Manzanillo.
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