“But Paris was a very old city and we were young and nothing was simple there, not even poverty, nor sudden money, nor the moonlight, nor right and wrong nor the breathing of someone who lay beside you in the moonlight.”

E. Hemingway.
"París era una fiesta"


Saturday 27 September 2014

Nothingman


"Por supuesto, no es ropa de santo precisamente", dices, y la ves meterse en la camiseta, y notas cómo cobra vida de nuevo la calavera con su sombrero de copa y al mismo tiempo te das cuenta de que su sonrisa hueca no es la misma, de que te mira como reclamando algo, su cuerpo-dueño, el meneíto que sacudía el trago con que te esperaba y los muslos a medio cubrir y la melena invadiéndolo todo y la sonrisilla cuando llamaba tu madre y la manera tan suave de pedirte porquerías y el sonido de pedo mojado que hacía con la boca cuando decidía dejarte por imposible y su humor de sepulturero y los maullidos que traumatizaban a los murciélagos.

En algún lugar de la ciudad llueve, y ella lee. Le faltas, pero eso no lo sabes porque eres un imbécil. Y además eres desconfiado, porque aún cuando ella te ha dicho claramente que eres un imbécil, no lo quieres creer.

Saturday 20 September 2014

Creature comforts

La voz de Frank Sinatra.
Los zapatos cómodos, las bragas mínimas.
Los libros de Hemingway, el vino tinto, los gatos mansos.
Un jabón que huele a tu papá.
Un balance.
Una buhardilla.
El olor del mar cuando entras a La Habana.
El trueno de las tres de la tarde.
Las risas de tus hermanos.
Las manos grandes.
El viento. Los sauces. El viento en los sauces.
Hacer el amor hasta que duela.
Una camisa de flanela.
Las medias de lana cruda.
Las cicatrices.
Un hijo que ya no tiene fiebre.
El olor a lavanda en la almohada.
Una canción que te gusta, en la radio.
Las películas francesas.
Las berenjenas.
Los recuerdos buenos que otros tienen de ti.
Mirarte al espejo y parecerte a tu mamá.
Tu ciudad, cuando cae la tarde.

Para todo lo demás, si tienes mala suerte, está MasterCard.


Monday 15 September 2014

Strange little girl


There are a hundred things she has tried to chase away the things she won't remember and that she can't even let herself think about because that's when the birds scream and the worms crawl and somewhere in her mind it's always raining a slow and endless drizzle.

You will hear that she has left the country, that there was a gift she wanted you to have, but it is lost before it reaches you. Late one night the telephone will sing, and a voice that might be hers will say something that you cannot interpret before the connection crackles and is broken.

Several years later, from a taxi, you will see someone in a doorway who looks like her, but she will be gone by the time you persuade the driver to stop. You will never see her again.

Whenever it rains you think of her.

Neil Gaiman

Saturday 6 September 2014

Rather your legs than your heart

—¿Dónde se esconden los Ernest?—, me ha preguntado ella, y yo me he encogido de copa y de hombros.

¿Dónde, en efecto? ¿Qué fue de aquella raza de hombres altos de manos como prados y pechos como almohadas? ¿De los hombres con que las niñas substituían a sus padres? ¿De los hombres que no golpeaban jamás después de haber sonado la campana? De los hombres que usaban camisetas blancas debajo de la camisa, tenían enemigos jurados desde el tercer grado, lucían dos o tres cicatrices inexplicadas en el cuerpo, no necesitaban abridores para las conservas, sabían silbar, podían leer en voz alta, arreglar una silla y hacer callar al perro y además cambiar el centro de gravedad de tu cuerpo al primer impacto. Esos hombres, ¿se extinguieron, como los dinosaurios? ¿Murieron achicharrados, pegados una bombilla que no resultó ser la luna? ¿O andan aún por los rincones, acurrucados contra las rendijas, buscando calor, amedrentados por la reinante tribu de princesos? 

No lo sé. Lo único que tengo claro es que se extrañan, que hay cosas que sólo una barba (visible o no) puede solucionar. Así pues, Ernestos honestos, come out, come out, wherever you are: aún quedan Leopoldinas por enterrar.