-A que es lindo?- me pregunta, y no puedo menos que asentir. Es un reloj de marca, lujoso sin ser demasiado llamativo, con la hora exacta y funciones varias. Tiene dieciséis diminutos diamantes, me cuenta, y le ha costado una pequeña fortuna. Eso en Arabia Saudita, que si lo compra en Noruega sería el doble.
La pregunta revolotea sobre nuestras cabezas y al final se enreda en mi melena, indecisa. No es de buena educación preguntar por qué gasta alguien miles de coronas en un reloj para terminar subrayando (ésto es un gato) que lo que brilla no son cristalitos sino piedras preciosas...
No comprendo el afán de la gente por las marcas. No sé si es que estoy traumatizada por las carencias que me tocó vivir en la Isla, o si es que soy como el mono y no sé lo que es merengue aunque lo tenga en las narices. Lo cierto es que me aterran los exorbitantes precios que veo por todos lados y las ganas que tienen muchos de pagarlos. Una bolsa es una bolsa es una bolsa, un algo para echar los mil tarecos que necesitamos constantemente
-agenda, pluma, huesos de reno para la buena suerte, Tampax, servilletas húmedas, monedero 1, monedero 2, libro, celular y cincuenta notas sueltas-. Cómo es posible que cueste cinco meses de salario? Cómo es posible que alguien la escoja cuando pueden comprarse mil otras bolsas por una décima de ese precio, sólo porque dice Hermés, Dior o Gucci?
Mejor tener pocas cosas caras que muchas baratas, escucho decir. No lo dudo. Sin embargo, no creo que las grandes marcas se hicieran para los locos como yo, que se sientan en la hierba húmeda a esperar que comience el concierto, balancean la sandalias sentandos en el malecón y tiran la bolsa para abrazar a los amigos o cargar a los hijos; para los que se manchan de vino cuando estallan en carcajadas y se restregan contra gatos de ocasión.
A nosotros nos basta con las cosas simples, a lo Pulp.
Foto: Sirrithannawen
Las personas se escudan en que la cosas de marca tienen más calidad y muchas veces es cierto. Pero ultimamente se ha desatado una furia sobre eso y todo tiene que tener el cartelito, no importa si es bueno, funcional o elegante, cualquier porquería que sea de marca está santificada. La moda arrasa y todas quieren ser it girls, no se habla de otra cosa, te llenan los ojos y la cabeza con marcas, marcas, marcas. Y no es que seamos inmunes, a veces cualquiera cae en la tentación... pero de ahí a convertirlo en tu divisa va un buen trecho.
ReplyDeleteNo creo que sean las carencias que hemos vivido y vivimos las que te hacen ser diferente, querida amiga, es el sentido común.
Ojalá, mi rosita, ojalá, porque la otra explicación es esa inadaptación innata, ese querer ir siempre contra la corriente que tantos problemas crea.
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