Yo lo apoyo. Es injusto y poco razonable formar tanto lío por una insignificante falta que además estaba rocanroleramente justificada. Los estrictos galenos tendrían que pasar uno o dos años en cierta Isla donde los médicos se ausentan en masa y durante largo tiempo de sus tareas para garantizar la comida del día, comprar el jabón que acaban de sacar en la tienda, visitar a un colega que vino de la comunidad con regalitos o resolver misterios horizontales, mientras los salones de espera -lo que queda de ellos- se abarrotan de infelices pacientes.
Al cabo de ese tiempo sus principios estirarían como los bastidores de Tito, estoy segura.
Una reprimenda se merece el tipo, claro está. Pero, como dijo el filósofo, suave, suave...
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¡Habla, pueblo de Aura!