Hay cosas que duelen más.
Yo no soy de las que se levanta pensando en El Gran Dictador ni en su fin más próximo o lejano, porque el paso del tiempo es infalible y nadie ni nada puede resistírsele, por mucho que algunos, como Ozzymandias, se crean eternos.
Sin embargo, no puedo sacudirme esta nostalgia, este constante recordar, esta búsqueda incesante de las piezas del rompecabezas que fue la niñez. No logro reconciliarme con haber perdido el proyector, las revistas Misha, las librerías, los helados y las tardes en la biblioteca.
Otros lo culpan de crímenes mayores en número y atrocidad. Yo, egoísta, lo culpo de los abuelos siempre añorando sus bienes robados, de los padres envejeciendo lejos, de los amigos que cada vez son menos. Lo culpo de no dejarnos ser, allí donde pertenecíamos.
Maldito sea.
Me uno a todos esos cargos contra el Gran Dictador, cual si de un juicio se tratara. Mis abuelitos muriendo solos, mis libros mas queridos abandonados, mis amigos atrapados en el limbo olvidados, mi bandera mancillada aguantando millones de mentiras, sacrilegios, oprobios y muertes... Solo hay un veredicto en este juicio: CULPABLE
ReplyDeleteLo peor de todo es que no hay ni habrá castigo capaz de resarcirnos de tanta pérdida. Ni cárcel, ni muerte, ni olvida, nada nos devolverá los años de desarraigo y miseria.
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