"...que no cabría en estas letras, pero, si las tienes, lee las cartas del Apóstol a María Mantilla, que así es como te quiero."
Y mi hijita ¿qué hace, allá en el
Norte, tan lejos? ¿Piensa en la verdad del mundo, en saber, en querer,
-en saber, para poder querer, -querer con la voluntad, y querer con el
cariño? ¿Se
prepara a la vida, al trabajo virtuoso e independiente de la vida, para
ser igual o superior a los que vengan luego, cuando sea mujer, a hablarle
de amores, -a llevársela a lo desconocido, o a la desgracia, con
el engaño de unas cuantas palabras simpáticas, o de una
figura simpática? ¿Piensa en el trabajo, libre y virtuoso,
para que la deseen los hombres buenos, para que la respeten los malos,
y para no tener que vender la libertad de su corazón y su hermosura
por la mesa y por el vestido? Eso es lo que las mujeres esclavas, -esclavas
por su ignorancia y su incapacidad de valerse , -llaman en el mundo "amor".
Es grande, amor; pero no es eso. Yo amo a mi hijita. Quien no la
ame así, no la ama. Amor es delicadeza, esperanza fina, merecimiento
y respeto. -¿En qué piensa mi hijita? ¿Piensa en mí?
¿Y cómo me doblo yo, y me encojo bien, y voy dentro de esta
carta, a darte un abrazo? ¿Y cómo te digo esta manera de pensarte,
de todos los momentos, muy fina y penosa, que me despierta y que me acuesta,
y cada vez te ve con más ternura y luz? No habrá quien más
te quiera; y sólo debes querer más que a mí a quien te
quiera más que yo.
Hay días en que uno tendría que tener un corazón de repuesto.
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