"Y si llegaba alguien queriendo comprar o vender ganado, mamá Fela, que sabía siempre dónde estaba incluso lo que aún no se le había perdido, levantaba la vista del libro de cuentas, le hacía una señal al chiquillo que estuviera más cerca y daba la orden con su voz clara de criolla recién horneada que no conocía apelaciones: "Mijo, vaya a casa de La Guareá y dígale al patrón que acá tiene negocios."
Se lo cuento a Nitza entre vapores de vainilla y anís, y ella mueve cabeza y continúa amasando los buñuelos. "Quien lo hereda no lo hurta...", la escucho decir luego, con una risita en el pecho de paloma.
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¡Habla, pueblo de Aura!