Lo del monotrapo para sacarle brillo al mugre de que hablaba Yosef Ben Malka me recordó dos de los usos más comunes y bizarros de las niñas de mi generación, inculcados por madres, abuelas, tías y maestras con una ferocidad sólo emulada por aquella con que nos metían en la cabeza que los hombres lo único que querían era "eso" y que la tocadera era del cuello para arriba: interponer el pulgar entre los labios y el pico de la botella o borde del vaso del que hubieran bebido otros y orinar prácticamente de pie en los baños públicos.
El resultado era, en ambas situaciones, un desmadre de salpicaduras, pero aquello se tenía por lógico. Dale coco a esa, Freud.
Como el mono trapo termine siendo el trapo del mono me da el yeyo, lo presiento.
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