“But Paris was a very old city and we were young and nothing was simple there, not even poverty, nor sudden money, nor the moonlight, nor right and wrong nor the breathing of someone who lay beside you in the moonlight.”

E. Hemingway.
"París era una fiesta"


Wednesday, 4 February 2015

Cógela tú, guitarrero

—Pero, ¿extrañás Cuba?—me ha preguntado una amiga, maga de imáges.

He tenido que pensar la respuesta, y luego he tenido que sentirla, y con lo segundo me he quedado porque es mi manera de decir las cosas.

Cuba son los abuelos, tres muy blancos y una mulata. Cuba es Silvio y Pablo y Matamoros y María Teresa y Frank que canta que ay amor, amor. Cuba es el sofrito, Nitza y Margot y mi abuela planchando la natilla. Cuba es mi abuelo poniendo la primera piedra en aquel parque. Cuba es mi madre y su belleza de valkiria. Cuba es mi padre y sus gardenias y su o bella ciao para mí. Cuba son mis hermanos, mis cómplices de tanto; y mis amigos, la fiera terquedad con que seguimos unidos. Cuba es mi tía y sus lecciones de vida, sus discos de Julio Iglesias y sus cigarrillos de mujer libre para despertarme. Cuba es La Habana y el trueno de las cuatro de la tarde. Cuba es mi ciudad y el mar y la luna y los árboles que ya no existen y las esfinges que vieron como se perdían del recuerdo y las campanas de la iglesia dando las doce mientras yo amaba a alguien por un para siempre que resultó muy corto. Cuba es los ojos y la risa y el "ay, coño, sí..." de un orgasmo y las ventanas altas y el sol negrero y el olor a trapiche y el sabor de los ostiones estallando en la boca.
Esa Cuba no necesito extrañarla porque la llevo dentro: soy yo.

Hay otra Cuba, bárbara y sádica y devoradora de hijos, que no ha conocido jamás otra cosa que sangre y codicia y por eso ladra si te le acercas, pero esa no cuenta, no le permito que cuente.

Así que no. No.


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