Recuerdo que tenía invariablemente la sensación de que, al salir, me encontraría la ciudad bañada en tarde y lluvia, y a menudo era cierto, y los faroles de misericordia del parquecito alumbraban la melancolía y la gente caminaba muy deprisa debajo de sus paraguas y no aunque no era Chesburgo, tampoco hacía falta.
Ahora todo ha cambiado, y resiento el volumen, y los comerciales, y el sonido satánico de las bolsas plásticas, y el olor rancio de las palomitas de maíz, que me enferma, y lo vertiginoso de las secuencias que no le dejan paz al corazón para cambiar de paso.
Sin embargo, hubo un aletazo de gloria a las puertas del averno: mientras esperaba que retiraran el cordón que obstruía el paso comenzó a sonar Wonderwall, y un coro espontáneo de padres y madres, los chicos de ayer, acompañó con buena voz, entre sonrisitas mutuas de aprobación, mientras los hijos se impacientaban de verguenza.
No todo está perdido.
ah! todavía queda esperanza! :)
ReplyDeleteEs lo que he pensado. Como me ocurra un día con Pearl Jam, recobro mi fe en el mejoramiento humano. :)
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