"Tu colega se cree Mengele", le he dicho al alemán orate.
"¡No se lo permito!", ha exclamado indignado. "¡Aquí el único Mengele que puede haber soy yo!"
Y hemos soltado una carcajada, la una a medio vestir desde el banco y el otro espéculo en mano, con ese humor de horca que pueden permitirse los que además de ser médico y paciente tienen en común compotas, motocicletas y las naranjas más secas que imaginara Marx.
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¡Habla, pueblo de Aura!