Acabo de recordar dos cosillas y quiero ponerlas a salvo antes de que se las lleve un estornudo.
Una es aquella señora tan alta y flaca -siempre la asocié con las agujas de tejer, en una casa en la que nadie tejía- con ojillos muy azules, una línea apretada por boca y pelo de algodón de azúcar con sabor a platanito, que además se llamaba Monina, cosa insólita. Me pregunto qué sería de ella, eterna ladrona de margaritas.
La otra es una acalorada discusión con una compañera de clases, treceañera como yo, sobre la correcta pronunciación de la palabra clítoris, que ella se empeñaba en hacer sonar como clitóris.
Al final gané yo, pero ella resultó ser lesbiana, y es bien sabido que lo que vale es la práctica y no la teoría.
Jajajajajajajaja.
ReplyDeleteGuiños y besos, querida.
DeleteLa vieja era Monina o Monona
ReplyDeleteMmmno, para nona era demasiado flaca, la pobre.
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