Acaba de salir un reporte que demuestra que los maestros noruegos actuales son al menos dos veces menos inteligentes que sus colegas de los años 70. Y yo no he sufrido el cambio en carne propia, pero juzgando a partir de la pobreza de conocimientos de los educadores de mis hijos, la estadística me parece apenas lógica.
"Los que terminan el pre-universitario con buenas notas escogen otras carreras", ha dicho una joven pedagoga al ser entrevistada, y me pareció escuchar a una de esas maestras emergentes que pululan en Cuba hoy en día. Por alguna razón dos sociedades tan distintas enfrentan una problemática parecida: la tarea de enseñar queda para los menos dotados, para los que no pueden optar por algo mejor.
Los niños noruegos cuentan, claro está, con la ventaja de la información ilimitada a su alcance, y los errores que cometen los maestros, si bien penosos, son rectificables -en casa lo hacemos a menudo, las tareas de mis hijos van subrayadas dos veces, una por la señorita y otra por mí.
Peor lo tienen los párvulos cubanos, que han de aceptar como buen trigo cualquier barbaridad que les vendan en la escuela, a menos que tengan la fortuna de contar con padres que los saquen del equívoco.
Si un ciego guía a otro, ambos caerán en el agujero, dijo uno que fue bueno. Me pregunto qué será de mis nietos, víctimas de nuevos preceptores, dos veces más tontos que los de hoy.
Los que les falta, sobre todo, es conocimientos y ganas de trabajar porque muchos escogen la carrera para salir del paso e ir haciendo algo. Además de que por supuesto, solo les dan un barniz y dale a enfrentarte a un aula!! Pero también el salario, la falta de recursos, las metas, los padres a los que se tienen que enfrentar que están de ampanga y se creen que sus hijos son la octava maravilla. En fin, todo influye para perjuicio de los niños.
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