Acabo de conocer al papá de mi vecina, un señor pequeñito y moreno, de sonrisa amable y gesto humilde. Este hombre, que emigró de Marruecos hace cincuenta años, es un musulmán convencido, que no falta un solo viernes a su mezquita, que ora varias veces al día y que no toca la carne de cerdo. Sin embargo, lleva ocho lustros casado con una mujer liberal y rubia, amante de Bob Marley, de los ritos navideños y del vino rojo.
El día que a este señor se le ocurra postularse para presidente del Mundo yo voy a estar ahí para ayudarlo en la campaña, así sea a base de godivazos.
Y ya con el mío, son dos votos. No hay religión mala, hay malas personas que las empañan.
ReplyDeleteImagínate lo rico que sería si todos tuviéramos ese nivel de tolerancia y convicción. El mundo andaría como sobre ruedas.
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