El gato entra y se restrega contra mis piernas. Me llega a la nariz su olor a bosque, a leña, a humo, y encuentro a Casilda.
Era prieta y ósea y parecía haber sido vieja siempre. Seguía a Angelito Ferrales, el marido pobre y cano, como una sombra silenciosa pero pertinaz; allí donde él estuviera iba ella. Detrás venían los hijos, aquellos cuyos nombres sólo mi abuela recordaba a derechas.
Casilda se dirigía a mi abuelo utilizando su nombre completo, y eso le daba un tono definitivo y casi premonitorio a sus escuetas palabras. "Este mes no va a llover, Lorenzo de la Cruz", decía, y él la espantaba de buenos modos, mandaba a que le dieran café a ella y limonada a Angelito -en el vaso de latón, el que no podíamos tocar los niños- y entraba en la casa rezongando, con tantas cosas de que preocuparse, caramba, y viene esta mujer a pronosticar desgracias...
Parada en unos zapatos destinados a enderezar los pies de otra, siempre a la espera de alguna ropita vieja o un poco de leche, cambiando las compotas de sus nietos por cigarros, sonriendo lentamente con sus encías desnudas, Casilda.
Pobre Casilda, qué sería de tu choza, del banquito donde te sentabas a mascar tabaco, de tu jaba eternamente sucia con sus tres limones de penitencia...
triste guardarraya.
ReplyDeleteQuiero escribir más sobre ellos, son parte de la idea para el librito. Era gente muy pobre, que no supo jamás de cambios de gobiernos ni de alfabetización ni de clases, para ellos la miseria era la vida, así de fácil. Tengo que escribirlos.
ReplyDeleteme duele y me gusta! este relato tiene un olor a monte, lluvia, leña ardiendo....muy bueno!!!!
ReplyDeleteA mi estas historias me matan estas historias de gente que pasan por la vida con pocas huellas. Lo peor, es que quizá sea lo más común en este mundo.
ReplyDeleteEl mundo está lleno de historias como esas, de personas a las que la vida les pasa por encima y apenas se dan cuenta de que estan viviendo. Cuando veo personas así, no puedo evitar pensar en que alguna vez fueron niños con esa alegría sana de la infancia y en como llegaron a ese punto.
ReplyDeleteSaben, cuando era pequeña los veía con una especie de fascinación y desdeño, puesto que Angelito era el encargado de la finca y su destino dependía totalmente de mi abuelo. Eran una especie de gente B, eternamente hambrientos y harapientos, mal hablados y promiscuos, con tufo a animal salvaje. Es extraño pensar en ellos con el corazón, ahora.
ReplyDeleteLa jaba con los tres limones de penitencia me estruja el corazón y los sesos.¡qué imagen tan entrañable a la par que rara!Con ganas de leer más, un saludito, María
ReplyDeleteMil gracias, Maria, qué bueno que te guste.
ReplyDeleteHv, arrieros somos y por el camino nos encontraremos.
Nuestra tierra está plagada de estas anécdotas, de gente sin nada, que dieron siempre tanto y aún hoy dan, recuerdos...aunque tristes, también gratos.
ReplyDeleteMuy lindo!