Una mañana me sorprendió el movimiento de los vecinos, excesivo para la hora. La mamasanta se dió cuenta de mi muda curiosidad y me explicó consternada que al señor de la esquina, fotógrafo de niños, se le había perdido el gato.
"Pobrecito", dije. "Debe extrañarlo mucho, sabe Dios qué le habrá pasado", y a punto estaba de seguir doliéndome de la suerte del minino cuando ella me interrumpió para decir que no, que no era que el dueño lo quisiera tanto sino que el gato se quedaba quieto mientras los niños lo acariciaban, y ahí aprovechaba el hombre para sacar buenas fotos. "Para que encuentre otro gato con esa paciencia va a costar", concluyó mi vecina.
Recordé aquel muñequito ruso donde el cuervo envidioso abría la jaula del pajarito que salía de la cámara cuando el viejo fotógrafo apretaba el botón, y la tristeza de éste al descubrir su falta, y me pregunté si en esos momentos habría en algún lugar del barrio un minino arrabalero con remordimientos de conciencia, en pugna con los perros para devolver al gatomanso a su casa. Y luego me fuí a ver el café, que estaba a punto de colar.
qué bonito niña. Me encanta ir descubriendo tus personajes: la mamasanta y los otros tantos. Besos Guardarraya. Guarde un poco de café.
ReplyDeleteEs que aquel pueblito tiene personajes para ha er un li ro y hasta dos. El cafe nos lo tomamos cuando quieras, faltaria mas.:)
ReplyDeleteEl gatito a lo mejor se aburrió de servir de pajarito y se fue a buscar una gatita. Por ahi deben de andar, gozando la papeleta. Me sumo al café, con un tin de leche para hacerlo cortadito.
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