Escuchando en algún lugar de la casa el sermón en la ceremonia de bautizo de los nuevos príncipes daneses -nadie pregunte detalles, que yo de las casas reales actuales sé lo que de ortografía china- me doy cuenta de lo sosos que son los protestantes con respecto a los católicos.
No hablemos ya de cúpulas y fausto, de capillas decoradas por genios y esculturas de alabastro, de cruces doradas y procesiones de miles, incluso los sermones son radicalmente diferentes. Los de la iglesia luterana son sencillos, prácticos, sin grandilocuencias notables, mientras que los católicos se aferran a la vieja costumbre de aterrorizar a los feligreses con imágenes infernales o sacarles la plata con promesas serafínicas.
Y así debe ser. Si uno no sale de la casa de Dios con olor a incienso y el bolsillo aligerado, prometiendo enmendarse o regodeándose en los pecados cometidos después de haberle sacado la tira del pellejo a los hermanos y hermanas circundantes, si no se habla de bestias ni de meretrices Babilonia ni de beatos martirizados con pinzas ardientes y aceite hirviendo, ¿de qué vale levantarse temprano y ponerse los mejores trapos para ir a misa? ¿Que incentivo le queda al cristiano?
Y así se asombran de que la gente cada vez acuda menos a la Iglesia...
y lo que el palo va y viene al Pastor quien lo mantiene?....también no dejen a sus niños en casa para que puedan ser sodomizados por algún curita calenturiento y ávido de carne fresca.
ReplyDeleteLo de la zanahoria bendita está un poco sospechoso...
ReplyDeleteEn cuanto a la carne fresca, el vicio es lo único que les toca por igual a protestantes y católicos. Por alguna razón ambos lados tienen inclinaciones harto venales.