"¿Comes emparedados de pollo?" le pregunto, y ella asiente con todo y rizos, bien sentada a la mesa. Pero cuando cuando se lo pongo delante me dice que pensándolo bien ella ha probado el pollo otras veces y no le gusta.
"Bueno", digo, "veamos qué hay por aquí que pueda gustarte." ¿Jamón? No. ¿Sardinas? No. ¿Paté? ¿De el de la cajita amarilla? No, pero con pedacitos de bacon... No. ¿Mantequilla de maní? No. ¿Queso amarillo? Si!
"Al fin encuentras algo que puedas brindarme", ha dicho satisfecha mientras bebe un sorbo de leche. "Al fin", digo, y sonrío yo también.
Ya somos viejas amigas, después de un paseo de media hora, yo a pié y ella en su velocípedo rosa. Milagro de Lunes Santo.
Esa niña se parece a mi cuando tenía su edad, no comía nada, jijij.
ReplyDeleteMe encanta esta entrada.