Se van.
Unos de buenas a primeras, sin apenas notarlo, y otros tras largos años de lucha denodada contra una burocracia feroz que los deja vacíos de fuerzas y monedas.
Algunos dejan atrás sus padres y hermanos, esos que luego nos cuentan cómo les va en el nuevo país y nos enseñan fotos de los nietos distantes con esa sonrisa triste y orgullosa que duele mirar.
Muchos se esfuman con todo, mascotas y plantas incluidas -o al menos así parece- y es como si los devorara el olvido, como si no hubieran estado nunca. Las casas que una vez bulleron de vida se quedan vacías, por mucho que las habiten nuevos inquilinos de ojos hostiles.
"¡Qué bueno!", exclamamos los que nos fuimos antes, con la pesadumbre de haber dejado el mismo rastro de desconsuelo. "Si", reponden los que no van aún a parte alguna, sabiendo que se quedan cada vez más solos en la ciudad abandonada. Nadie se atreve a aventurar un rasgo de escepticismo: les va a ir bien, tiene que irles bien.
Si hay algo más triste que perder de vista a un amigo es alegrarse de que así sea.
"les va a ir bien"...esa frase, el concepto como tal es tan relativo pues los que nos fuimos, ganamos en materia pero perdemos en alma...triste.
ReplyDeleteLa mitad de mis buenos amigos sigue en Cuba. Una mitad jodida, agotada, harta de hacer el día a día con retazos de suerte. Al mismo tiempo, una mitad que sonríe todavía.
ReplyDelete"No te vayas fundía, mama" me dicen Olguita y Jesús, dos del alma, cuando me despido de ellos medio muerta de infelicidad. Eso es lo admirable, la capacidad de consolar al que se va, el ojo abierto a otra realidad que el de los bienes materiales que les faltan.
Qué coño, no merecen tanta pena.
El problema es que uno no tiene alma para decirle a alguien que está lleno de sueños "cuidado, te puede ir mal" o "ve despacio que las cosas no son como tú crees". Y menos a la familia que queda atrás, soñando con los tiempos mejores que vendrán.
ReplyDeleteA qué vaticinarles el desarraigo y la nostalgia, el trabajo duro y la hostilidad? Al menos yo, no puedo.
Además, la felicidad es tan relativa. Unos somos felices mirando un aguacero, con la familia reunida, sin extrañar nada ni a nadie por una vez. Otros lo son cargándose de oro, comprando el carro del año o viviendo de comilona en comilona. Cada uno de nosotros es un mundo. Loco y complejo, pero mundo al fin.
ReplyDeleteEs triste tener a gran parte de la familia y a los amigos desperdigados por el mundo. Te alegras con su buenaventura pero después en un concierto de Kool and the Gang, en el Malecón se te hace un nudo en la garganta y se te llenan los ojos de lágrimas cantando la misma canción que bailaste con tus primas del alma, cuando tenías 11 años y siempre iban a estar juntas.
ReplyDeleteAsí es. La nostalgia es una mierda.
ReplyDeleteLo advertiste, pero así soy de testa dura... te he leído. Cuánta tristeza acumulada pensando en que los mejores amigos solo nos podemos hablar desde la distancia de los mares, en una red social que se hace, a veces, necesaria solo por leerlos. Y hoy, pletórica de alegría, sabiendo que una de esas personas correrá una suerte incierta, pero estará cerca.
ReplyDeletePues a cruzar dedos, piernas y trenzas y hasta dientes para que le vaya tan bien como sea humanamente posible. Amén!
ReplyDeleteMi familia? creo que lo saben.... me preguntan cómo estoy -Bien, bien, ustedes cuídense sólo eso me preocupa. Me conocen bien, saben que cada vez que hablamos mi voz suena diferente, miento. Las emociones son difíciles de ocultar. Extraño nuestras reuniones, la comida familiar de los domingos, el café mañanero de mi madre y su arroz con leche. Las encuentros con los amigos, esos que se marcharon con un montón de ilusiones y siempre regresan cargados de nostalgia.
ReplyDeleteQue así sea!
ReplyDeleteNosotros decimos que todo va bien, y ellos dicen lo mismo. De ambos lados, la intención de no mortificar, de empequeñecer las mil miserias diarias y engrandecer los momentos buenos. Entre gente buena que se quiere es así.
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