Quién pudiera tener uno de aquellos domingos de antes, llenos de Calderón y Nitza, de arroz con pollo y pudin, de Tanda del Domingo, de mis padrinos con la infaltable botella de vino de pasas y de atardeceres de libros entre las brujitas del jardín. Domingos de pensar que el tiempo era largo y alcanzaría para todo. Domingos de no extrañar.
Ese vino de pasas era casero. Lo hacía mi padrino, que fue fundador de la casa Pinilla en Manzanillo y trabajó como catador más de cincuenta años. Lo fantástico del caso era que, fuera de su trabajo, no probaba el alcohol ni en los bombones.
ReplyDeletePero el Fortín también lo comprábamos, sobre todo para Navidad. Ese y un vino tinto ruso que se llamaba (según mis oidos de entonces) Kagot.
Jajaja, en la calle Obispo en la Habana Vieja, había un cafecito de mala muerte, todavía existe, que se llamaba El Huevino y precisamente ofertaban la Viña 95 con una yema de huevo. Nunca estuviste por ahí, Habanero?
ReplyDeleteYo extraño esos domingos de salir corriendo de la cama directo para el TV a ver la Comedia Silente, desayunar mi cafecito con leche y unas galleticas de soda que me preparaba mi papá. El televisor no se apagaba los domingos, era un miembro más de la familia, ronroneando en su rincón aunque nadie lo mirara. Después almuerzo, qué rico, en familia. Y a las dos Tanda del Domingo, de los tiempos de Mario Rodríguez Alemán y aquella presentación con escenas de La guerra de las Galaxias que finalmente vimos mucho tiempo después.
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