La madre de una amiguita de mi hija le comentó ayer, mientras mi hija las visitaba, que le parecía sumamente extraño que yo no horneara, para Navidad, los siete tipos de confituras que manda la tradición nórdica.
Mi niña me lo contó ayer, al regreso. Me dijo que ella le había contestado que a su mamá le gusta la cocina pero no la repostería, aunque a menudo preparaba postres, y que en la casa de su abuelita, en Cuba, no hay horno, y a lo mejor por eso no tengo tradición de hornear panes y dulces.
Esa respuesta, tan llena de lealtad pero a la vez de justificación, me aprieta el pecho desde ayer. Me pregunto si tendría que darle rienda suelta a Mariana, que anda con planes de decirle a la egregia señora lo muy particular que a nosotras nos parece que en un año ella cambiara a las niñas de casa, amigos, escuela, barrio y país tres veces, según la reconciliación con el marido funcionó o no. O lo extraño que nos resulta el que sus hijas se las tengan que arreglar solas la mayor parte del día porque ella no puede con la ansiedad, las pastillas, los problemas.
Mariana ha pensado, incluso, preguntarle si es que alguien le ha contado que con comida las penas son menos y ella se lo ha creido, y en eso caso, por qué no se dispone a trabajar en serio todo el año, en lugar de alimentar a las niñas con comida pre-cocinada.
Al mismo tiempo, tengo la opción de cagarme olímpicamente en ella y en todo el que piense que soy alienígena porque prefiero quedarme en casa leyendo a acampar en el bosque y orinar tras los abedules, o escribir en lugar de esquiar, u organizarme en vez de dejar que el desorden me trague, como es costumbre por estos lares. Puedo sonreir ante la pretención de que todos seamos iguales, tan absurda, y repetir en voz alta que no se puede esperar más de alguien que cree que ir a las Canarias es viajar y usa permanente para rizarse el pelo.
Mientras decido miro a mi hija, y me pregunto cúantos comentarios por el estilo tendrá que oir mientras crezca, y si minarán su sentido de pertenencia o la harán más fuerte, más segura y consciente de ser parte de dos culturas y, lo más importante, de un núcleo familiar compuesto por gente amante de las tradiciones pero que no teme crear otras propias y sobre todo, que no acepta imposiciones.
Me gusto tu blog,'raya!
ReplyDeleteTengo una pregunta...Hay bizcocho de navidad para hacer en horno microondas?
Buena pregunta, y como la respuesta sea la que sospecho veo a Mariana tocando a degüello.
ReplyDelete¡Hablando de navidad! Pregunta de Mariana, y envienos su receta de Glögg, la bebida típica de Navidad de Noruega. ¡Gracias por todo!
ReplyDeleteTu hija es valiente como su madre, fue diplomática y eso no es malo tampoco.Todavía no tiene edad para mandar a freir tusas al más pinto de la paloma, pero pronto lo hará. Espera ansiosa, te dará alegrías.
ReplyDeleteCoño, no me había dado cuenta, parezco un horóscopo, jajajaja.
ReplyDeleteNo sé, pero me quedo con la frase, que a mí los tibores me encantan, como al Gran Pepón.
ReplyDeleteMi Ruth Mini de La Vívora, tu vaticinio me encanta, cruzo todo lo que tengo por cruzar para que así sea.
Flagelador de equinos ñampios, se lo digo sin falta a Mariana, de tu parte.
Rompele la cara a la entrometida mandandole un cheescake de Sara Lee
ReplyDeleteLo más gracioso es que me cuenta mi hija que, como acaban de mudarse -re-mudarse, requete-mudarse, requetecontra-mudarse- no tienen fogón cristiano en la casa, sino un microhondas y una cocinita de dos hornillas.
ReplyDeleteLas confituras fueron horneadas en casa de una amiga, dice la señora. Y Mariana dice que así, con ayuda y en la cocina de otro, cualquiera inventa, y que no jorobe.
y yo que pensaba visitar una socia en Canarias...creyendo que iba a Europa
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