Hace un tiempo leí un artículo muy simpático en el que se ponía en evidencia cómo la lengua de Cervantes -que al parecer con ella compensaba la mano que le faltaba- discrimina a las mujeres y ensalza a los hombres.
Por ejemplo, decía el escrito, la palabra aventurero, aplicada al masculino, ilustra a un hombre activo, amante de las grandes emociones, desinhibido, mientras que aplicado al femenino da puta. Un hombre alegre no necesita traducción; una mujer alegre sigue dando puta.
Y leyendo las opiniones de algunos amigos que escriben tanto en sus casas como en las de otros me doy cuenta de que hasta las obscenidades nos dejan fuera a las mujeres. ¿Cuantas féminas -sobra decir que la Valdés no cuenta, ella es de otra especie, la de los galápagos chinos- que presuman de chicas de bien van por la blogosfera diciendo "¡Empingao!" por mucho que la ocasión lo merite? Pocas, muy pocas. Optamos más bien por un "¡Qué bueno te quedó eso!", viejo como Herodes y que además suena tibio, con tal de no pecar de groseras.
Y lo peor es que si ahora viniera La Tuerta del Callejón del Congrí e intentara revolucionarnos con su lengua seríamos las mujeres las primeras en hacer ascos, que así de ingratas solemos ser.
Paradojas, paradojas...
...y a mi con lo que me gustan las mal-habladas, sucias que no se saben morder la lengua, ni aguantar aventureros.
ReplyDeletePues mira, métete en cualquier foro para cubanos en el cibersolar pa' que tú veas lo que es coquito con mortadella.
ReplyDeletePalabrotas, palabrejas e incluso términos que no se han inventado todavía, hay de todo como en la botica del Señor.