Ayer te he esperado en sueños, escondida en la esquina de la zapatería, y te he atravezado la sien izquierda con un cuchillito sin que me temblara la mano, más bien con un espíritu de violetas.
Lo siento. Eso no quiere decir que te perdone el nudo en el estómago que me producía sentir tu ojo de sapo azul, retorcido y acuoso, siguiéndome allí donde iba; ni tu manía de acecharme; ni tus notitas lúbricas repletas de faltas de ortografía porque además eras interminablemnte bruto; ni tus patéticos intentos de mirar por debajo de mi falda con el dichoso espejito, o sentándote justo frente a mí cuando formábamos círculos de lectura en el suelo. Quiere decir que en mi sueño tienes aún trece años, y por más vicioso, bellaco, nauseabundo y ruín que se sea, como tú lo eras, a esa edad nadie merece una muerte así.
No te imaginas el alivio que sentí cuando desperté. De haber sido cierto el homicidio habría yo creado el fantasma más hijo de la gran puta que pueda alguien imaginarse: tiemblo al pensarlo.
En la esquina de la zapateria, que no al reves , claro que , no huias de nada .
ReplyDeleteQue jodido es hasta que despiertas, que siempre crees que es algo real lo que sueñas .
En efecto, no huía de nadie. Tampoco él de mí, que conste; si lo pienso la verdad es que se murió muy tranquilo, sin formar algarabía, él que es tan pendenciero. Probablemente el único acto decente de su vida.
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