Oslo se llena de gitanos.
Son prietos y feos y se visten con trapos oscuros y estorban al pasar y meten sus manos sucias debajo de las narices de los paseantes y exigen más que piden y ocupan una vivienda tras otra y son desalojados una y mil veces y se asientan en los parques y lo ensucian todo y roban cuanto pueden y fingen paraplegias y tocan los violines más desafinados del mundo y miran con unos ojos negros que te preguntan en romaní cómo es que puedes tú, Juan Con Todo apresurado de latte humeante y iPhone activo, no dolerte de su avieso destino.
La derecha pide que se prohíba mendigar de una buena vez. La izquierda desaprueba, ¿qué será entonces de los junkies? Y la demagogia, que no conoce partidos, sonríe.
Mientras tanto, sigue lloviendo, y yo he recordado a aquel menesteroso Vinajera de los cuentos de mi padre, que recorría el pueblo con una escudilla en una mano y en la otra un cucurucho de papel con la que amplificaba su letanía contradictoria:
"Advertimos que pedir no se puede. En nombre de la estrella, y del Cristo crucificado."
Revise usted las ordenanzas mendicativas del Guzmán de Alfarache y verá lo que es de verdad coger el nabo por el refajo en cuestiones de mendicidad.
ReplyDeleteNabos y refajos y hasta un libro que no he leído. Dios mío, este lunes tiene tu dedo hasta la segunda falange.
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