Nadie recuerda ya cuándo enloqueció. Es muy vieja, a pesar de su cuerpo correoso y fuerte, de sus andares largos, de sus manos como tenazas y sus mandíbulas de simio.
Lleva los brazos cargados de cajas mugrientas, atadas con tiras. Los niños corren detrás suyo, intentando quitárselas, y ella se defiende con una ferocidad que le sale a gritos y a manotazos, temblando de rabia. Cuando al fin la dejan en paz se queda arrinconada, apretándolas muy fuerte contra el pecho y mirando a todos lados, temiendo nuevos ataques.
Un día lograron arrebatárselas. Dos muchachos la sujetaron contra el suelo, mientras otros tres corrían con las cajas en triunfo. Cuando se juntaron las abrieron entre todos, y sacaron a puñados su contenido. Eran recortes de papel; muchos, muchos recortes, y en cada uno ella había escrito "Juan", el nombre del hijo que la locura no le dejó criar.
me gusta mucho como van cayendo estas historias. ¿Era ese su nombre, o es referencia al color, o es ambas?
ReplyDeleteEse era su nombre. Qué paradoja, verdad? Tanta tristeza para un nombre azul.
ReplyDeleteAquí hay entes guarapistas, de eso estoy segura. Mariana los tiene amenazados con la tranca de la puerta, pero ni por esas.
ReplyDeleteEl nombre es reflejo de su alma...azul como un cielo claro.
ReplyDeleteBello relato!
Excelente, me parece muy fuerte y tierno a la vez. Ya tienes terminado el libro? Qué dice el editor?:-)
ReplyDeleteOfe, desgraciadamente esa pobre mujer de celeste no tiene más que el nombre. Entre la miseria física y la moral, no creo que haya tenido su cielo muchos parches azules.
ReplyDeleteIda, el editor está encantado, por supuesto. Tú sabes que en el país de Violeta todo el mundo anda feliz. ;)
Repito el comentario poque me comí una palabra.
ReplyDeleteQué historia tan triste y al mismo tiempo tan tierna! Ni siquiera la locura le hizo olvidar que es madre.
Yo no sé el editor pero tu fan número 1 no parará de insistir. Un beso