Del solar

Entro en Facebook y me encuentro dos mensajes. El uno reza: "Esta es la tercera vez que te pido ser tu amigo y sigues ignorándome. No te molesto más, al fin y al cabo tú no eres tan linda para darte tanta importancia." El otro, escrito en italiano, dice: "Si eres cubana respóndeme, porque a mí me encantan las cubanas y la salsa y el casino."

El segundo es evidentemente una equivocación. De lo contrario, la minuciosa descripción de mis gustos que aparece en mi solariego perfil ha sido una lastimera pérdida de tiempo. De qué vale especificar que a una le gusta Curzio Malaparte si alguien le envía poemas de Buesa? Qué sentido tienen las cejas fruncidas del Cave si no espantan a los salseros? Yo digo Lennon y se entiende Pachito Alonso? Tiene que ser una equivocación...


El primero, en cambio, me ha dejado pensando. No sobre si soy linda o no, que a mí ese asuntico dejó de preocuparme hace un par de lustros, ni sobre si soy arrogante, porque sé de sobra que muchas veces es cierto, sino sobre lo rara que puede ser la gente. He aquí a un tipo que en una noche de domingo no tiene nada mejor que hacer que irritarse porque una mujer que vive al otro lado del mundo y a quien no conoce  no lo acepta como amigo virtual.
Me pregunto si es uno de esos afortunados que no tienen hipotecas por pagar, padres viejos o hijos pequeños de quienes preocuparse, kilos que sudar o cartas pendientes de respuesta. A lo peor estoy rechazando a un elegido...

Extremista como la Reina de Corazones, he decidido que lo mejor es cortar las cabezas de ambos remitentes -no soporto el término "bloquear" y además sin acompañarlo de masas cárnicas o tinturas de guayaba resulta poco efectivo- y ahora, donde antes había una fotito, hay apenas una silueta fantasmal, cosa que me viene como anillo al dedo porque hoy ando con ganas de Silvio.