Voy separando los mechones de cabello recién lavado y en cada uno aparecen al menos tres hebras largas y blanquísimas, tanto más blancas cuanto negro es el resto.
"Estamos llenas de canas" - le grito a Mariana desde el baño. "Tendríamos que ir pensando en el ukulele de que te hablé y en dar clases de baile, por ahí andan varios videos de Tongolele que podríamos usar..." No me responde, pero cuando salgo veo que ha escrito un mensajito en la pizarra de la cocina. "El optimismo no es más que la imbecilidad ennoblecida", frase que sospecho es de su propio peculio pero que no por ello resulta menos lapidaria.
He llamado pues, a mi peluquera, y le he contado que el día de empezar a teñirme se acerca. Ella, que después de tres años sigue preguntándose por cada corte de dónde sale tanto pelo, me ha respondido con una voz flaquita que sí, que si no queda más remedio, que claro.
Jueves de ignominia, en otras palabras.
Ya lo dijo quien lo dijo: la vejez es una mierda.
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