La diferencia no es entre cristianos y ateos, sino entre gente que aplica los principios cristianos en la cotidianidad, y la que se caga en la noticia. La gente realmente temerosa de Dios come mierda con moderación, porque sabe que la gula es pecado; la que va por el mundo sin ley ni rey se da atracones, que por supuesto resultan en empachos, aunque esto es un mal menor comparado con el crujir de huesos y el rechinar de dientes que vendrá luego.
Dicho esto, tengo que agregar que me encanta esa gente que habla del discurso de Donald Trump contra los latinos como si no les tocara a ellos, recién llegados de Cubita bella, su dosis de desprecio. Yo hago algo parecido, de vez en vez; cuando uno de los amigos de mi hijo me saluda: "Señora...", miro hacia otra parte y pretendo que no es conmigo.
Hacerse el bizo, se llama eso. O, como diría mi abuelita: ¡rómpete, cantarito de agua!
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¡Habla, pueblo de Aura!