La
última vez que ví a Arnaldo, estaba enfermo; mi tía y yo fuimos a
visitarlo y le llevamos sopa y algunas medicinas. Él mismo abrió la
puerta, envuelto en una cobija, feliz de vernos. De camino a la salita
pasamos por dos cuartos sin puertas; de uno de ellos salía música, y yo
no pude evitar mirar: allí estaba Arnaldito, pálido y desgreñado,
completamente desnudo, sentado en un orinal, tocando su guitarra.
"Estamos esperando noticias de Leo", me dijo su padre, risueño bajo las ojeras. "En cualquier momento llama y nos vamos."
Qué quieres que te diga...
ReplyDeleteNo hay mucho que decir, en realidad. Pero para mí fue una revelación: todos estamos locos, lo que pasa es que algunos tenemos la suerte de que la gente se conforme con nuestras sinrazones.
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