Ahora, Mary, puedes enfrentarlo bien
y enfrentarlo en tu viudez
porque a donde hemos ido siempre hemos estado
así, todo lo que hemos visto:
el pardo, el amarillo y el verde
era pequeño y grande e impreciso,
pero muy, muy bueno;
y trepaba sobre nosotros como piojos de campo
hasta que los echamos a rodar con dados
venidos de dondequiera.
Ahora dondequiera es un lugar adorable
para los participantes de la carrera humana,
en la cual, si se han pagado las deudas
siempre se puede tener una azada:
una azada es buena, amable y dulce
y aún así corta a suficiente profundidad.
Duerme bien, querida.
Duerme bien, por favor
sabiendo que estoy satisfecho.
Ernest Hemingway. "Poema para Miss Mary"
Noviembre de 1949.
Una vez leí el relato de una escena de "Victoria en el mar", una película sobre las operaciones navales americanas en la Segunda Guerra Mundial. Un grupo de soldados japoneses se rinde, y un marine norteamericano, empuñando un lanzallamas, se dedica a achicharrarlos conforme van saliendo del refugio en que se hallaban, mientras sonríe a la cámara. Hemingway solía detenerse en esa escena una y otra vez: quería aprenderse de memoria la cara del marine, porque tenía pensado matarlo él mismo, donde quiera que se lo encontrara.
Hoy he visto a una camarógrafa húngara patear a un refugiado que corría con
su hijo en brazos, haciendo que ambos cayeran, el padre sobre el
pequeño, y he sentido la rabia cocinándome el hígado, y he regresado a Papa como siempre que me duele que la vida sea tan larga aún.
Pero tiene que haber un lugarcito en el infierno para ti, Petra Laszlo, grandísima hija de puta, y yo pienso pasar por allí: si es así, get ready.
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