Afuera habían Sputniks y el sol del Caribe recalentaba el rencor verde olivo, pero yo vivía arriba, como la tentación, en una casa que había parado sus relojes en algún año de los cincuenta, decidida a protegerse contra la desidia. Si alguna grieta se abrió en ese muro fue para dejar entrar la luz de canciones como esta, increíblemente de la mano y en la voz de mi abuelo, y con eso Doris y Frank podían vivir.
A otros les parecerá anormal, pero para mí era el amor, y con esa noción y un guiño de Nitza creo que puedo hacer un martes.
En algún cajón quedaron noticias en blanco y negro teñidos de color. Con sol mediterráneo y olor a mar, que acabó impregnado la tinta. Debería buscarlas. Pero abrir cajones me aterra.
ReplyDeleteA mí, en cambio, me fascina. No sé si será porque estoy acostumbrada a tener amores muy viejos, pero el olor del papel apolillado me parece afrodisíaco. ¡Si quieres te ayudo, Consuelina! :)
DeleteTe sienta tan bien la nostalgia. La verdad es que las revistas viejas, los descapotables de los años 50 y los martes de recuerdos son pura literatura. Qué tiempos aquellos en los que quise ser Bobby Fischer.
ReplyDeleteAh, buena tu vena poética. ¿Qué será el mar de la Guardarraya? Retos, dudas, incertidumbres, deseos...Poesía.
Si yo pudiera hacer un mar a mi gusto y semejanza sería, sobre todo, un lugar donde un viejo pudiera pescar un gran pez que llegara intacto a casa. Cuba tiene ya demasiados Santiagos.
DeleteY lo mejor de esta nostalgia es que es más compartida de lo que yo creía. Ojalá lo hubiera sabido entonces.
Cuando me aburría, mi abuela me mandaba arriba, al cuchitril, a buscar libros; por donde el abuelo había prometido regresar cuando estuviera muerto; y de allí debió salir el libro que mencionas y que leí fascinado esas vacaciones. ¡Qué putada que el abuelo no cumpliera su palabra!
ReplyDeletePd: Gracias por embarcarme otra vez en aquel bote de remos.
Por nada. Me encanta ése término: cuchitril. Me sabe nuestro cuarto de los tarecos, donde habían desde esqueletos de ratones, muñecas descuartizadas y libros de oraciones espirituales hasta la foto del niño que se ahogó en el pozo del patio, más terrorífica cuanto más borrosa.
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