"Por aquellos días era yo novio de una muchacha amable y de muy buen ver, una mujer que parecía una bailarina del Folies Bergere" -decía mi abuelo, que en su vida puso un pie en Montmartre.
Ay, cómo extraño aquellos tiempos de asociaciones orates, magia blanca y arrullo de palomas no aptas para brujerías...
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¡Habla, pueblo de Aura!