“But Paris was a very old city and we were young and nothing was simple there, not even poverty, nor sudden money, nor the moonlight, nor right and wrong nor the breathing of someone who lay beside you in the moonlight.”

E. Hemingway.
"París era una fiesta"


Wednesday, 30 March 2016

Tía

Mi tía Irma es la penumbra, los gatos, la lluvia,  los primeros cigarrillos, las canciones de Roberto Carlos al despertar, la libertad, las risas de regreso a casa, los consejos, el temperamento de volcán risueño, la noción del amor sin papeles, los refranes lapidarios, la camaradería sin esquinas dudosas.

Feliz cumpleaños, cajita de sueños.



Tuesday, 29 March 2016

Jesús y el perro

And I swear to you
That I would never feed you pain
But you're staring at me
Like I'm driving the nails
In your Jesus Christ pose



Esto está a menos de cuarenta horas de mí, y siento ya un ejército de polillas haciendo presión contra las paredes de mi estómago, desesperadas por ir a incinerarse en la luna de esos ojos.  Pasa, tiempo.




Sunday, 27 March 2016

Chocolate Jesus

— Bueno, pero déjenos hablar, váyase ya.
—¿Qué pasa, papá? ¿Quién tiene que irse?
—Un mendigo borracho, que quiere un peso.
—Ay, pobrecito...
—A ver, que mi hija dice que pobrecito. Aquí tiene el peso; vaya y no peque más.

La caridad, a uno y otro extremos del mundo, pasada por el tamiz del amor.



Saturday, 26 March 2016

De lo imposible, explicado

—En realidad es muy fácil. ¿Recuerdas el cuento de Joyce? Bien, pues imagina que Obama es el Diablo, Raúl Castro el Gobernador, y Cuba el gato.

Friday, 25 March 2016

Entre ausencias y olvido

Y también esto, que viene a desbaratar cualquier ilusión que podría tener sobre lo difícil que es enamorarme.




La mañana en Santiago (de Cuba) y la noche en París

Me he encontrado esta joyita, melancolía de viernes santo, charquito de agua clara para caderas que se acuerdan.
Y amén, claro.




Wednesday, 23 March 2016

Opciones

Podría decir pienso en ella como todo el mundo y me asusta pero. Podía decir quizás. Podría decir no me hagas reír. Podría decir no sé qué contestar. Podría decir son mis ovarios, en guerra. Podía decir que no opino nada original sobre el asunto. Podía decir mierda. Podía decir el mismo tobillo del mismo lado derecho. Podría decir siempre. Podía decir hasta ahora, sólo uno. Podría decir no estoy segura. Podría decir epitafios, al menos siete. Podría decir no llueve hoy.


Tuesday, 15 March 2016

Piton

—Buenos días. Vengo a que me lea la mano.
—Dice que va a tener sexo con la vidente.
¿Sí?
 —Se lo ha escrito con bolígrafo.
—Yo creo en el destino.
—Vidente es con v.

No he podido evitar la risa. Este chiste resume mi posible carrera de pitonisa tan ricamente que no es para menos. Casandra, nos mudamos.

Mariana. Foto: the old man down the road







































Feliz día, mi amor


Monday, 14 March 2016

Cierra el Westinghouse, que se descongela

 Que todo tiene su encanto
como la gente del campo...

 Frank Delgado



La capacidad de resumen es fundamental para un escritor, leo, y estoy plenamente de acuerdo. Pero no sólo para quien garabatea con más o menos éxito vale el concepto de que lo bueno, si breve, es dos veces bueno.

Hace unos años, la hija pequeña de mi vecina Ana Margarita le preguntó a la madre quién era Celia Sánchez, porque necesitaba datos para una tarea escolar.

"¿Celia?", le respondió Ana en el acto. "Celia era una puta que andaba por la sierra templándose a Fidel, con la cabeza llena de mariposas."

Ahí estaba: la combatiente de la sierra y el llano y hasta del Monte de Venus, explicada en una ráfaga de honestidad plebeya, sin par cervantina. 

Eso, pensé entonces, y sigo pensando ahora, es saber resumir. Hem, desde la poltrona, asiente.

Wednesday, 9 March 2016

Por una vez, Alicia

Alicia tenía setenta años cuando la conocí, pero aparentaba al menos veinte más. Era frágil, de color tórtola, y vivía en la parte trasera de la herrería, en una casita siempre en sombras que olía a hierbas.

Me gustaban su nombre y los tilos que ofrecía, y sus estampas de santos, y sus comadritas, por eso iba con mi abuela a visitarla; sentada en una sillita mientras ellas conversaban a golpe de balance y penca, observaba la vida pasar por su patio pequeñito y rebosante de flores y plantas aromáticas, con una verjita de hierro oxidado que daba al pozo en que se había ahogado el niño.

En el recuerdo se me quedaron sus violetas, la manzanilla que crecía cada vez más, los claveles y cajigales junto a  las brujitas y las campanillas. La mejorana, la colonia y el orégano plantados en laticas de carne rusa, la verbena con sus flores azules y espigadas: todo un mundo verde y sencillo.

Me pregunto qué habrá sido del patio de Alicia, del ramo de millo con la cruz de palma bendita tras su puerta, del eterno vaso con flores adornando el altarcito en una esquina de la sala. Me pregunto si sus nietos la recuerdan como yo o si ha pasado demasiado tiempo. Algún día les preguntaré, si me atrevo. Mientras tanto, sigo pensando en ella cuando veo los nomeolvides de mi jardín, mustios de lluvia, pero aún azules, aún vivos.

Tuesday, 8 March 2016

Arbol de la esperanza: manténte firme

Sepia, pelo negro, melancolía, pinceles, cuartos oscuros y la capacidad de pensar con alas y sentir con la izquierda y desnudarse de cobardías y aceptar que el dolor es un hatajo y que si sangramos de un labio roto o de una espina dorsal rota o de un himen roto o de un sueño roto es porque podemos, carajo, y eso basta para mover el mundo.







Friday, 4 March 2016

Mapa de mí

Hace unos días  me preguntaron si me regía por la moda, o si tenía estilo propio. Respondí con lo que en ese momento me pareció que era toda sinceridad, pero luego me quedé rumiando. Rumiándome. 

Me gusta el jazz. Me gustan los contrabajos con sus deliciosas y gruesas cuerdas. Me gustan los vestidos cortados a la cadera y las vueltas de perlas, el vino tinto, las tardes de otoño y las miradas largas. Me gustan las medias de nylon de liga muy ancha y trabajada. Me gustan los hombres elegantes que huelen a cigarrillos mentolados. Me gustan las carátulas de los discos de Sinatra.

Me gusta la trova. Me gusta el chisporrotear del acetato bajo la aguja. Me gustan las serenatas y el muro del malecón. Me gustan las faldas muy largas y las sandalias apenas existentes. Me gustan las gardenias.

Me gustan el rock y las melenas. Me gustan los años noventeros repletos de rugientes efebos vestidos de flanela, lanzándose sobre el público expectante. Me gusta sentirme en medio del concierto, estrujada, sudorosa, saltarina, vibrante de euforia, una con la música. Me gustan las botas y los cardigans demasiado grandes. Me gustan las bufandas tejidas y los mitones. Me gusta la lana.

Me gustan los idiomas y la literatura, la gramática, los conceptos intrincados, la ambivalencia y los juegos de palabras. Me gustan los libros grandes y pesados que me hacen suya y se niegan a dejarme ir hasta estar totalmente satisfechos. Me gustan los filósofos que predican que los fenómenos más complicados son también los más simples, porque es algo en lo que creo. Me gustan los libros que juegan con mi percepción de la realidad, y las películas que hacen lo mismo. Me gustan las conversaciones.

Me gusta observar las cosas pequeñas. Me gusta encontrar coincidencias y creer en ellas siempre y cuando sean ligeras y luminosas e inofensivas; trato de ignorar las predicciones funestas, incluso las propias.

Me gustan la ironía y el sarcasmo. Me gustan las carcajadas y los abrazos. Me gustan las pantallas de cine con su perpetua llovizna. Me gusta Chagall.

Me gustan las noches del trópico, los truenos y los grillos. Me gustan las tardes de cuervos y nubarrones, las mañanas nubladas, el mar y los jardines espesos. Me gustan la hierba y el musgo y los arroyuelos entre las montañas. Me gustan los aguaceros. Me gustan las sombras.

Me gusta el sexo sin tapujos, sin fronteras ni carteles de "No toque" o "No pase". Me gustan las alternativas que hacen esquina. Me gusta la gente que se siente a gusto dentro de su propia piel, pero sobre todo dentro de su propia cabeza. Me gustan los tatuajes, las manos grandes y las cicatrices. Me gustan los regazos.

Me gustan las legumbres y los vegetales. Me gustan los filetes a medio hacer, con salsas y granos de pimienta que arden en la lengua. Me gustan las marmitas. Me gusta el té.

Me gusta la gente inteligente, la gente elocuente, la gente sabia, la gente amistosa, la gente que se te mete en el corazón pero sin ocupar demasiado lugar. Me gusta el humor negro. Me gusta la gente honesta, la gente apasionada, la gente compasiva, la gente mordaz, la gente diplomática, la gente que toca guitarra, la gente que lee mucho, la gente tímida, la gente que sonríe. Me gusta estar con esa gente, y reír y conversar y discutir y cambiar el mundo.

Y me gusta estar sola.

Thursday, 3 March 2016

De almas y metales

Una amiga me cuenta que se siente sola. Sentir soledad no es lo mismo que estar solo; ella lo sabe, y separa los pedazos, pero aún así se ahoga un poco, y mientras lo sé no se me ocurre nada mejor que arrullarla con frases que se caen de gastadas y que no se sustentan de los sentidos, porque es lo que toca.
 Luego me he quedado triste, con esa tristeza que produce no poder sanar, y he recordado un cuento que alguna vez escuché:

En la mañana del  tiempo los hombres fabricaban armas hechas de piedra, que se rompían al usarlas; después de muchos siglos las substituyeron por armas hechas de hierro, que eran mucho más resistentes pero que en cambio tendían a herrumbarse. Entonces apareció un herrero, que tuvo el feliz accidente de crear un metal que llamó "acero"; pero para que el acero se temple, tiene que pasar la prueba de los elementos: fuego, para derretirlo, agua y aire para fortalecerlo, y yunque y martillo para moldearlo. Todo ese largo proceso es no solo necesario sino indispensable, para lograr la espada que conquista, la herramienta que dura.

La moraleja del cuento puede parecer obvia: la fortaleza sale de las pruebas vencidas, pero no lo es;  la moraleja es que lo importante no es ser fuerte, tanto la piedra como el hierro son fuertes en principio: lo importante es ser flexible. Moldearse es la única manera de sacarle ventaja, por mínima que sea, a las perrerías de la vida.

Y no estoy segura de que sirva de consuelo, pero voy a contárselo, para que quede que no estuvo quieto, agazapado, y porque a lo mejor a su soledad le gusta, y da tregua.






Wednesday, 2 March 2016

Mujer con lluvia y pasado

Pienso "mad" y aparece Hettie la Loca,
con todo y su sombrero de paja en la llovizna londinense,
sus doscientos cuarenta y siete años
y su fama de arúspice que no podría haber sido.  
Leo que Izzy no estará en el
reencuentro de las rosas y las pistolas,
y me parece cierto pero triste,
a propósito de la lluvia de noviembre
y de la paciencia que cada vez me cuesta más tener. 
Siento una estrella negra de tinta reptar hacia
mi muñeca derecha,
morderle el lóbulo de la oreja al rey,
reclamar su espacio,
con una venda sobre los ojos en forma de botón
que habrían sobrecogido a Coraline,
y lo considero justo y necesario,
 por aquello de los gatos y las entrañas calientes.
Y en medio de todo esto,
 la ley más válida es aún la de los pilotos viejos:
si dudas, mantén la altura; nadie se ha estrellado nunca contra el cielo.