Me gusta el jazz. Me gustan los contrabajos con sus deliciosas y gruesas cuerdas. Me gustan los vestidos cortados a la cadera y las vueltas de perlas, el vino tinto, las tardes de otoño y las miradas largas. Me gustan las medias de nylon de liga muy ancha y trabajada. Me gustan los hombres elegantes que huelen a cigarrillos mentolados. Me gustan las carátulas de los discos de Sinatra.
Me gusta la trova. Me gusta el chisporrotear del acetato bajo la aguja. Me gustan las serenatas y el muro del malecón. Me gustan las faldas muy largas y las sandalias apenas existentes. Me gustan las gardenias.
Me gustan el rock y las melenas. Me gustan los años noventeros repletos de rugientes efebos vestidos de flanela, lanzándose sobre el público expectante. Me gusta sentirme en medio del concierto, estrujada, sudorosa, saltarina, vibrante de euforia, una con la música. Me gustan las botas y los cardigans demasiado grandes. Me gustan las bufandas tejidas y los mitones. Me gusta la lana.
Me gustan los idiomas y la literatura, la gramática, los conceptos intrincados, la ambivalencia y los juegos de palabras. Me gustan los libros grandes y pesados que me hacen suya y se niegan a dejarme ir hasta estar totalmente satisfechos. Me gustan los filósofos que predican que los fenómenos más complicados son también los más simples, porque es algo en lo que creo. Me gustan los libros que juegan con mi percepción de la realidad, y las películas que hacen lo mismo. Me gustan las conversaciones.
Me gusta observar las cosas pequeñas. Me gusta encontrar coincidencias y creer en ellas siempre y cuando sean ligeras y luminosas e inofensivas; trato de ignorar las predicciones funestas, incluso las propias.
Me gustan la ironía y el sarcasmo. Me gustan las carcajadas y los abrazos. Me gustan las pantallas de cine con su perpetua llovizna. Me gusta Chagall.
Me gustan las noches del trópico, los truenos y los grillos. Me gustan las tardes de cuervos y nubarrones, las mañanas nubladas, el mar y los jardines espesos. Me gustan la hierba y el musgo y los arroyuelos entre las montañas. Me gustan los aguaceros. Me gustan las sombras.
Me gusta el sexo sin tapujos, sin fronteras ni carteles de "No toque" o "No pase". Me gustan las alternativas que hacen esquina. Me gusta la gente que se siente a gusto dentro de su propia piel, pero sobre todo dentro de su propia cabeza. Me gustan los tatuajes, las manos grandes y las cicatrices. Me gustan los regazos.
Me gustan las legumbres y los vegetales. Me gustan los filetes a medio hacer, con salsas y granos de pimienta que arden en la lengua. Me gustan las marmitas. Me gusta el té.
Me gusta la gente inteligente, la gente elocuente, la gente sabia, la gente amistosa, la gente que se te mete en el corazón pero sin ocupar demasiado lugar. Me gusta el humor negro. Me gusta la gente honesta, la gente apasionada, la gente compasiva, la gente mordaz, la gente diplomática, la gente que toca guitarra, la gente que lee mucho, la gente tímida, la gente que sonríe. Me gusta estar con esa gente, y reír y conversar y discutir y cambiar el mundo.
Y me gusta estar sola.
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