— Bueno, pero déjenos hablar, váyase ya.
—¿Qué pasa, papá? ¿Quién tiene que irse?
—Un mendigo borracho, que quiere un peso.
—Ay, pobrecito...
—A ver, que mi hija dice que pobrecito. Aquí tiene el peso; vaya y no peque más.
La caridad, a uno y otro extremos del mundo, pasada por el tamiz del amor.
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¡Habla, pueblo de Aura!