“But Paris was a very old city and we were young and nothing was simple there, not even poverty, nor sudden money, nor the moonlight, nor right and wrong nor the breathing of someone who lay beside you in the moonlight.”

E. Hemingway.
"París era una fiesta"


Thursday, 3 March 2016

De almas y metales

Una amiga me cuenta que se siente sola. Sentir soledad no es lo mismo que estar solo; ella lo sabe, y separa los pedazos, pero aún así se ahoga un poco, y mientras lo sé no se me ocurre nada mejor que arrullarla con frases que se caen de gastadas y que no se sustentan de los sentidos, porque es lo que toca.
 Luego me he quedado triste, con esa tristeza que produce no poder sanar, y he recordado un cuento que alguna vez escuché:

En la mañana del  tiempo los hombres fabricaban armas hechas de piedra, que se rompían al usarlas; después de muchos siglos las substituyeron por armas hechas de hierro, que eran mucho más resistentes pero que en cambio tendían a herrumbarse. Entonces apareció un herrero, que tuvo el feliz accidente de crear un metal que llamó "acero"; pero para que el acero se temple, tiene que pasar la prueba de los elementos: fuego, para derretirlo, agua y aire para fortalecerlo, y yunque y martillo para moldearlo. Todo ese largo proceso es no solo necesario sino indispensable, para lograr la espada que conquista, la herramienta que dura.

La moraleja del cuento puede parecer obvia: la fortaleza sale de las pruebas vencidas, pero no lo es;  la moraleja es que lo importante no es ser fuerte, tanto la piedra como el hierro son fuertes en principio: lo importante es ser flexible. Moldearse es la única manera de sacarle ventaja, por mínima que sea, a las perrerías de la vida.

Y no estoy segura de que sirva de consuelo, pero voy a contárselo, para que quede que no estuvo quieto, agazapado, y porque a lo mejor a su soledad le gusta, y da tregua.






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