con todo y su sombrero de paja en la llovizna londinense,
sus doscientos cuarenta y siete años
y su fama de arúspice que no podría haber sido.
Leo que Izzy no estará en el
reencuentro de las rosas y las pistolas,
y me parece cierto pero triste,
a propósito de la lluvia de noviembre
y de la paciencia que cada vez me cuesta más tener.
Siento una estrella negra de tinta reptar hacia
mi muñeca derecha,
morderle el lóbulo de la oreja al rey,
reclamar su espacio,
con una venda sobre los ojos en forma de botón
que habrían sobrecogido a Coraline,
y lo considero justo y necesario,
por aquello de los gatos y las entrañas calientes.
Y en medio de todo esto,
la ley más válida es aún la de los pilotos viejos:
si dudas, mantén la altura; nadie se ha estrellado nunca contra el cielo.
bellísimo!
ReplyDeleteViniendo de ti, que eres poetisa de altos vuelos, el halago es como para empapelar el día. Un abrazo apretado.
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