“But Paris was a very old city and we were young and nothing was simple there, not even poverty, nor sudden money, nor the moonlight, nor right and wrong nor the breathing of someone who lay beside you in the moonlight.”

E. Hemingway.
"París era una fiesta"


Saturday, 24 October 2015

El alfabeto de Morkel


Hace un par de noches le he leído este maravilloso cuento a mi hijo, y me he quedado tan enamorada de él que decidí traducirlo al español, como hago siempre cuando algo me gusta mucho, no porque piense que en español suenen más bonitas o mejores las palabras, sino para que suenen dos veces. Cosas de polillas.

                                     **********


Alguien está dejando palabras sobre el campo. Ana encuentra la primer nota, ensartada en una brizna de heno helada. Cuatro sílabas: Hola.

 Al día siguiente hay otra nota: Las golondrinas se han marchado. 
 Al otro día, aún otra: También los vencejos.
 Ana le da vuelta a la nota y escribe: ¿Quién eres?

 Al regreso de la escuela, apaga la luz de su habitación y mira afuera. Ve una silueta salir de entre los árboles del bosque y caminar despacio sobre el campo. Un muchacho. ¿Es él quien escribe las notas?

A la mañana siguiente, Ana se va a la escuela más temprano de lo acostumbrado. Los cristales de hielo brillan sobre la tierra, y la hierba cruje bajo sus pies. Una nueva nota espera. Moviendo el índice sobre las letras que se alargan y se curvan, Ana lee: Morkel. 

Morkel, murmura Ana. El Morkel que nunca está en clase, ¿es el que se esconde en el bosque?

Te he visto, escribe Ana en el reverso de la nota, y vuelve a dejarla en su lugar.



Antes de dormir, Ana piensa en Morkel. Las notas que él escribe, ¿son sólo para ella? ¿Habrá mañana otra palabra allí, esperándola? ¿Una palabra para gritarla, o para susurrarla dentro del pecho, o quizás para llevarla escondida en la punta del zapato?

Mañana, dice Ana. O pasado mañana.

Las notas de Morkel van a parar al lugar más secreto, debajo del colchón. Durante la noche, Ana sueña que las palabras son pájaros, y el campo una hoja de papel enorme, que puede doblarse.

La nieve fresca es para dejar huellas. Ana encuentra las huellas de Morkel sobre los surcos y las sigue hasta el lindero del bosque. La luz blanca del cielo dibuja rayas en los pinos. Ana alza los ojos, y se pregunta qué es de la blancura cuando los copos de nieve se derriten y dejan pequeñas gotas de agua sobre su piel.

Ana se detiene y escucha. Luego sigue las huellas que se adentran en el bosque.

"Te escuché venir desde hace mucho. Una manada de elefantes no haría tanto ruido", dice una voz desde las alturas. "¿Has venido sola?"

Ana mira hacia arriba, asustada. Incluso en medio del bosque invernal es difícil distinguir la cabaña. Un escondrijo. Cuando regrese el follaje, será imposible descubrirla. Una soga cae, y Ana sube por ella.

En la corteza del árbol hay grabadas palabras, sílabas y dibujos. Tiene que haberle tomado mucho tiempo, piensa Ana. Y a ella le gustan las cosas que toman tiempo. Con sus dedos, sigue el relieve de las palabras sobre el árbol.


"¿Coleccionas palabras?", pregunta Ana.
Morkel asiente.

"Búfalo. Velas. Botella.", dice Ana. "Ahí tienes."
Morkel sonríe.

"¿Qué sabes hacer?", pregunta Ana al día siguiente.
"Nada", responde Morkel.
"¿Y qué más?", pregunta Ana.
Morkel se queda pensando.

"Sé dónde tienen el águila su nido, y dónde aterrizarán las motacillas cuando regresen, en la primavera. Son siempre las primeras. Los pájaros que vuelan rápido acaparan los mejores lugares para anidar."
"Me pregunto en qué dirección sienten los pájaros que está su casa," dice Ana.

"¿Escuchas ese martilleo? Es el pájaro carpintero. Comenzó ayer. Durante el invierno come hormigas del tronco. ¿Y ese arrullo? Son palomas, que suenan como viejas señoras en un café." Ana se ríe. También Morkel.

"Tengo que irme", dice Ana. "¿Vamos juntos mañana a la escuela?"
Morkel niega con la cabeza.
"Entonces te encuentro aquí", sonríe Ana, y salta desde las ramas.


Ana corre todo el camino. "¡M!", grita al viento, tan alto como puede. Sus pasos hacen crujir el hielo sobre el lago. "¡O!" Sobre ella, los cables eléctricos tiritan. Ana se lleva una mano al pecho y cuenta los latidos de su corazón. "¡R!" Sigue las huellas de las liebres hasta el bosque de hayas, pasa por el cementerio. "¡K!" El último tramo lo hace caminando de espaldas. Se detiene a observar el campo, y piensa que el invernadero parece una nave espacial. "¡E!" Sube las escaleras al vuelo y entra en la casa, pasando de largo por zapatos del padre en el rellano, y va a la cocina. Allí bebe un vaso de leche, tan rápido que siente agujetas detrás de los ojos, mientras se pregunta qué tipo de pájaro será su amigo. "¡L!", dice bajito, para que nadie más lo tenga.



Las tardes en la cabaña son tan buenas. Las mejillas se enrojecen bajo el viento, las narices se contraen. Los cristales de hielo brilla n en los árboles. Algunos días todo el bosque brilla: la llama azul de la hornilla, todos los colores en las pupilas de Morkel, y la línea de luz que Ana ve al cerrar los ojos.

Todo es más, cuando está con Morkel.

"Alfabeto, abeja, antojo, abuela, Ana", susurra Morkel.
"Morkel, mono, molino, manzana", sonríe Ana.




"No me creo lo que dicen de tu padre. ¿Qué hace falta para ser un ladrón?", dice Ana.
"Casi nada", responde Morkel.

Morkel enciende la hornilla. "No debes creer todo lo que escuchas. El estornino suele imitar otros sonidos: los he oído ladrar como un perro, y llorar como un bebé."

"Mira, una bandada de ganzos", dice Morkel. "Son los últimos en irse. Me pregunto cómo encuentran el camino, sin un mapa."
"¿Ves la vocal que forman?" pregunta Ana. "¿U, o V?"
"V", responde Morkel, y toma aliento: "Vil, violento, vulgar, vacío ."

"Cuéntame más sobre los pájaros", pide Ana.
"Los pájaros, entre los huesos, tienen aire", dice Morkel. "Y ¿sabes por qué tienen las golondrinas la cola separada?"



"¿R o S?", dice Ana al otro día.
"S", responde Morkel.

"Sueño, surco, suave, sentido, Sur."
El hombro de Ana roza el hombro de Morkel. Lo siente respirar.

Todos tienen su propio alfabeto, piensa Ana.
Descifrar cada letra es lo difícil.

"¿Ves el zorro?", susurra Morkel.
"El zorro es un perro que se comporta como un gato."




Al otro día la cabaña está vacía.
Ana se asusta por todo. Hoy llora. Comprende que Morkel se ha ido.

Las paredes y el piso de la cabaña son sólo tablas.
Las sombras son sólo sombras.
Las nubes, sólo nubes.

Nada parece otra cosa, ahora.
Ana es sólo Ama, y eso no es mucho.


En las noches, no se puede dormir. Ana de desliza fuera de la ventana y corre hacia el bosque atravesando los surcos. Pero Morkel no está en la noche, tampoco.

Cada mañana busca Ana las notas sobre el campo. Pero no hay palabras esperándola, cada mañana.

Ana trata de olvidar a Morkel. Cada día que cada noche hace un esfuerzo para olvidar un pedacito de él. La bufanda, el gorro, los dedos, los ojos, el lunar en su mejilla, y los mínimos, suaves vellos de la nuca.
Pero cuando por fin se duerme, todo Morkel regresa, en el sueño.



Una mañana, mientras los sueños están aún en la habitación, Ana despierta con el trino de un pájaro afuera. Sólo los mirlos pueden cantar así. El viento hace ondular las verdes espigas sobre la tierra. Es Abril, y Ana sabe lo que debe hacer.



Ana espera una respuesta.

Un día,


dos días,


tres días.



Al fin, una nota aparece, bajo una piedra, en mitad del campo. Ana la desdobla. Es fácil reconocer las sílabas.

Ana abandona la mochila y corre tan rápido como puede. Piensa en las palabras de Morkel mientras sigue con el índice las líneas del mapa, hasta llegar a la cruz en azul.

Ahí está Morkel.

"¡Hola!", dice Ana.
"Shhh", susurra Morkel. "¿Las ves?"




Texto: Stian Hole
Ilustración:Stian Hole


Thursday, 22 October 2015

Hojas

Las palabras de hoy son punzó, escarpines, marmita, imprecación  y bisoña. Pero además eapparash, que en lengua de indios lapones describe el sonido que hacen los espíritus cuando se mueven entre los vivos. 

Se acerca un tiempo de conejos.



Sunday, 18 October 2015

Sweet bird of paradox

"Yo amo a los Estados Unidos; jamás me iré de aquí. Nunca volveré a vivir en una isla. ¡Y menos en la Isla de Juana!"

Y he recordado la sonrisa en los ojos de mi papá, aquella vez que su primer esposa, en medio de una conversación aparentemente cordial cuarenta años después del divorcio, le espetó que a ella le habría encantado tener más hijos, pero de ninguna manera con él.

Y por carambola he recordado también, de un par de amiguillas de infancia, cómo la una montaba en cólera en cuanto el juego no marchaba a su antojo y gritaba: "¡Pues me voy!", roja de indignación, y el modo en que la otra respondía con su tono dulce, impasible, sin levantar siquiera la vista de la cena con pétalos de mirto que estaba preparando: "Sí, váyase al carajo..."

Thursday, 15 October 2015

Y también viceversa

 Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay
días también, hay horas, en que no te conozco, en que me
eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres,
me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no
piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría
quererte menos que yo, amor mío?


Jaime Sabines


And I tell you with my tongue between your toes
If there's ever anyone else, don't let them do this
And I'll laugh and revel as you scratch and crawl
If there's ever anyone else just show them the ugly mess


Thindersticks



Un retrato más, pero distinto, muy distinto.
Éste está hecho desde una perspectiva muy personal, sobre mi intimidad más querida, que es el momento en que me desnudo y leo. Espero recordar que fui así, que así me vieron, cuando sea muy viejita, y que el recuerdo me alumbre como una luciérnaga con luna propia.
Y espero que lo recuerde él.


Tuesday, 13 October 2015

Retrato II

Otro retrato, otro amigo muy querido, amigo de siempre, confidente y escudero; nunca olvidaré nuestras tardes en el malecón, cuando éramos jóvenes y divinos, y la vida no nos dolía.
Para él, luces y vientos azucarados.


Sunday, 11 October 2015

Retrato

Un buen amigo ha tenido la delicadeza de sorprenderme hoy con este retrato. Le agradezco el detalle, pero más que nada le agradezco los veinte y tantos años de amistad a prueba de mares que compartimos. Con gente así los domingos también son días.


Friday, 9 October 2015

14 VS 36

Mi hija me ha mostrado ayer una foto de Justin Bieber: desnudo en un balcón sin luna, escuálido, oxigenado y depilado, como una enorme salamandra que hubiera invernado debajo de una piedra.

"Oh...", he dicho, escondiendo bien el repeluco.

Luego le he mostrado yo a ella una foto de Eddie Vedder, a mitad de los noventa.

"No estaba mal, pero necesitaba un corte de pelo, y depilarse las axilas", ha dicho ella, y lo ha olvidado sin dolor.

No voy a negar que por un segundo he tenido ganas de parafrasear al elefantito y preguntar muy en serio: "Querida tiíta, ¿y por qué?", pero me he aguantado. Esto es, por fin, el choque de generaciones, pero con cinturón.



Sin pasión ni pecado, ni locura, ni incesto

Hoy he leído en el solar esta maravilla, a modo de cumplido para una coterranea curvilínea y oxigenada: "Heres una langosta con toda la masa en la cola." (sic)

Qué bonito, de verdad. Qué elocuencia, qué manejo de la metáfora, qué poder sobre las palabras. Vengan luego a decir que los hombres de ahora ya no saben enamorar a una muchacha.

(Psst, Mengele, despierta...)

Cereza, polvo, silla

Existe un país donde la gente apenas habla. En cambio, tienen una Gran Fábrica de Palabras.

En ese singular país hay que comprar las palabras y tragárselas para poder decirlas.

En la Gran Fábrica de Palabras la gente trabaja noche y día. Las palabras que salen de las máquinas son tan diferentes como los idiomas.

Hay palabras que valen más que otras, y uno no las dice a menudo a menos que sea muy rico. En el país de la Gran Fábrica de Palabras hablar cuesta mucho.

Los que no tienen dinero buscan de vez en cuando entre la basura, pero las palabras que encuentran no son muy interesantes. Hay muchas "sopa de aire" y "panecillos de espera", allí.

En la primavera hay rebaja de palabras, y se pueden comprar algunas realmente baratas. Pero no son palabras útiles, en su mayoría. ¿Cuántas veces al año puede  uno decir "ventrílocuo" o "rododendro"?

A veces ocurre que hay palabras flotando en el viento, y los niños salen a perseguirlas  con sus redes para cazar mariposas. Luego van, orgullosos como gallos, y las muestran a sus padres durante la cena.

Felipe ha cazado hoy tres palabras, pero no va a decirlas sino a guardarlas para alguien que le importa mucho. Mañana es el cumpleaños de Sara.

Felipe está enamorado de ella. Le gustaría decirle "te quiero", pero  no tiene suficientes monedas en su alcancía. Por eso va a regalarle las palabras que ha cazado: "Cereza. Polvo. Silla".

Sara vive en la casa vecina. Felipe llama a la puerta. No saluda "Hola, ¿cómo estás?" porque no tiene esas palabras ahorradas.

En cambio sonríe. Sara tiene puesto un vestido color cereza, y ella también sonríe.

Detrás de ella asoma Oscar. Oscar es el mayor enemigo de Felipe. Sus padres son muy, muy ricos, pero no es por eso que Felipe lo odia. Oscar no sonríe. Oscar habla, le habla a Sara.

"Te amo con todo mi corazón, dulce Sara. Algún día nos casaremos, estoy seguro de ello."

"Eso ha de costar una fortuna", piensa Felipe. Sara sonríe aún, pero Felipe no sabe para quién.

Los ojos de Oscar brillan de seguridad. "Mis palabras son tan pequeñas", piensa Felipe, y respira hondo mientras piensa en todo el amor que lleva dentro.

Y entonces le dice a Sara las palabras que lleva guardadas, y las palabras van hacia ellas como luciérnagas resplandecientes: "¡Cereza...! ¡Polvo...! ¡Silla...!"

Sara ya no sonríe. Se podría creer que tampoco ella tiene palabras en su alcancía. En cambio se acerca a Felipe, y lo besa muy suave en la mejilla.

A Felipe le queda sólo una palabra. La encontró hace tiempo, en un basurero, entre cientos de "sopa de aire" y "panecillos de espera".

Esta palabra le gusta mucho, por eso la ha guardado para una ocasión especial. Y esa ocasión especial acaba de llegar.

Felipe mira a Sara muy fijo a los ojos y dice: "¡Más!"

Texto: Agnés de Lestrade
Ilustración: Valeria Docampo
Guión y dirección: Katja Olevskaja


Este es un cuento maravilloso que suelo leer para mi hijo. Las palabras son mi mundo, y querría que fuese también suyo pero sobre todo, sobre todo, me gustaría que alguna vez, cuando sea un hombre con barba y botas pesadas, recordara que la sonrisa de Sara fue para Felipe.




Notita: Lo del guión y la dirección es una broma, un pedacito de nostalgia. La traducción, en cambio, es mía; está hecha del noruego al español, porque es en noruego que tengo el libro, y puesto que es mía, es mediocre. Si alguien conoce una versión mejor, en castellano, que no dude en mostrármela, un cuento tan bonito merece una traducción perfecta.

Thursday, 8 October 2015

Ensalada de pajarillos

... y pedirle a las todas las pestañas, las margaritas, los tréboles de cuatro hojas, las fechas de dígitos iguales, las estrellas fugaces, las velitas en los pasteles de cumpeaños y las monedas en las fuentes de tu vida, que cumplan su cometido.


Wednesday, 7 October 2015

Otoñismos

Vuela, vuela, hojita mía
de Esta a Oeste con el viento,
y regresa en un momento
tomando el Norte por guía.
Y no olvides que, al caer
lo que te pida has de hacer.



Tuesday, 6 October 2015

El Jardín del edén, aún sin mar


“He lay there and felt something and then her hand holding him and searching lower and he helped with his hands and then lay back in the dark and did not think at all and only felt the weight and the strangeness inside and she said, “Now you can’t tell who is who can you?”
“No.”
“You are changing,” she said. “Oh you are. You are. Yes you are and you’re my girl Catherine. Will you change and be my girl and let me take you?”
“You’re Catherine.”
“No. I’m Peter. You’re my wonderful Catherine. You’re my beautiful lovely Catherine. You were so good to change. Oh thank you, Catherine, so much. Please understand. Please know and understand. I’m going to make love to you forever.”





Saturday, 3 October 2015

Little fall tale

First came the crone. She pointed a rusty finger at his chest and said: "I know that band, my boys used to listen to it, long ago. They are old now, over fifty years old, but I remember: it means Alternate Current Direct Current. Nice memories, those are...", and then she left, carrying her hump and her sweet eyes.

So came the elf. He pointed an alien finger at his chest and said: "You. You like rock. Here...", and gave him a tiny card full of metal. Then he was gone, and gone were his norse smile and his worn out shoes.

Left was the father, who turned to the wind and said: "Tell the story." 

"Tell the story", said the wind to the hare.
"Tell the story", said the hare to the bats.
"Tell the story", said the bats to the witch.

And so she did.

Friday, 2 October 2015

Cabaret privado

El día termina con Silvio, como debe ser, porque sólo Silvio es lo suficientemente bueno para dos Electras pelinegras muy sueltas de madrina.
Más de esto, padre Odín.



Balas con alas de mariposa

—Ella tiene cara de "la puntica nada más".
—Ella, sí. Él tiene cara de "ay, papi..."

Y estallamos, paya y gitana, en carcajadas de meigas viejas, porque si algo bueno tenemos es eso, la capacidad de disectar una semana de mierda y voltear al derecho y al revés cada pieza y quedarnos con las más jugosas, ponerles ajo, comino, laurel, sal, tres granos de pimienta fresca y un puñado de malicia cubana, y dejarlas ahí, para cuando nos haga falta un escabeche de moral para mirar de frente la vida. 

Y hoy es viernes, otra vez.




Thursday, 1 October 2015

Apokalyps meg

Ayer tenía puesto mi vestido de arlequín, y un señor me ha mirado y ha sonreído con dientes y todo. Mi primer impulso fue revisar si tenía las piernas cruzadas debidamente, y luego he sonreído yo también.

Hoy tenía puestos mis Dr. Martens de color obispo, y un señor me ha mirado y ha sonreído, sin dientes pero con toda la boca. Mi primer impulso ha sido revisar que a la blusa no le había salido escote, y luego he sonreído yo también.

El otoño lo vuelve todo más bonito y amable, también a los extraños. Y la edad lo vuelve todo más paranoico, al parecer.