—Estos son tus ovarios...muy bien, muy bien...y éste, tu pequeño y lindo útero. Todo perfecto.— ha dicho el señor de bata blanca con voz jovial, saliendo a flote de entre mis piernas.
—Gracias a Dios—, he replicado yo, toda halagada, y he pagado la pequeña fortuna que cuesta el exámen con una sonrisa, y he salido a la lluvia como quien sale a querer.
Me veo claramente, dentro de unos años, tarareando quedito, respirando profundo, liviana de alivio, cuando me digan que mi páncreas sigue del mismo tamaño, o que mis riñones drenan aún como si tuvieran veinte, o que mi hígado es un manjar para caníbales, a pesar del Rioja y sus riberas.
Para mierdas así es que envejece uno.
No comments:
Post a Comment
¡Habla, pueblo de Aura!