“But Paris was a very old city and we were young and nothing was simple there, not even poverty, nor sudden money, nor the moonlight, nor right and wrong nor the breathing of someone who lay beside you in the moonlight.”

E. Hemingway.
"París era una fiesta"


Wednesday, 19 June 2013

T es de tinta

Yo no soy aficionada a los audiolibros. De hecho ni siquiera he tenido uno. Por alguna razón me han parecido siempre simplones, infantiles, como el chocolate o las coletillas; el simple hecho de saber que no los acompaña el placentero ardor en los ojos, agujetas en los brazos y dolor de cabeza que deja toda una noche de lectura ininterrumpida, me mortifica. Pero éste audiolibro en particular me está guiñando el ojo desvergonzadamente, y es que escuchar las historias de Hem en voz de señores como William Hurt y Donald Sutherland es más de lo que mis resabios de polilla vieja pueden resistir. Para no hablar de Mariana, que anda escogiendo ya almohadones especiales. Infeliz criatura.

Por otra parte, y siguiendo el tema de Hem, he sabido que han puesto en remate su última máquina de escribir. Me pregunto por cuánto la rematarán, al final. Y mientras me preguntaba, he pensado en la buena señora que a sus ochenta y cuatro años acaba de ganar 350 millones de dólares, y  en el panteón recubierto de piedras preciosas en que probablemente los invertirá. El buen Dios y sus ironías, tan finas.

Pero además, y hablo aún de libros, he leído hoy  ésto que publica Amanda Palmer sobre el oficio de ser la mujer de Neil, mon amour, seguir el proceso de su último libro, escucharlo mientras lo lee para ella y otras obscenidades por el estilo. Y he recordado al pobre zángano, y me he quejado bajito de cómo algunas se llevan el pan, los dientes, la barba, la quijada y todo lo demás y siguen respirando, pérfida y suavemente. Al lado de Neil. Ay...

Mientras tanto, afuera es miércoles de tintas y tintos. Aún.




2 comments:

  1. He hecho una oferta por la vieja máquina de Hemingway que no podrán rechazar. Te la regalo. No soy de fetichismos, me quedo con sus relatos.

    Pobre Neil Gaiman. NO me gusta, pero lo compadezco por haberse casado con Amanda Palmer. Nobleza obliga.

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  2. Y yo, que soy de todos los fetichismos, me quedo el regalo y te doy a cambio mil gracias.

    Lo mejor que le ha pasado a la Palmer es ese Neil. La estoy midiendo, y no es para ropa.

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¡Habla, pueblo de Aura!