Son unos zapatos marrones y puntiagudos que compraste en Buenos Aires, por aquellos días en que te llenaban de nostalgia las filas de relojeros encorvados bajo sus lamparitas de luz fría, silbabas Mack the Knife mientras vigilabas el parquecito de la esquina y lamías ávidamente la entrepierna de una esperanza demasiado joven.
Te quedan grandes.
Estas perlas que dejas de tanto en tanto ayudan a que el (mi) mundo no acabe desabarrancándose.
ReplyDeleteAh, las perlas de la mora...Bueno, al menos queda el mar.
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