Estoy cansada de no saber dónde morirme. Esa es la mayor
tristeza del emigrado. ¿Qué tenemos nosotros que ver con los cementerios
de los países donde vivimos?
¿No
comprendéis? Nosotros somos aquellos que miraron sus pensamientos uno
por uno durante treinta años. Durante treinta años suspiramos por
nuestro paraíso perdido, un paraíso nuestro, único, especial. Un paraíso
de casas rotas y techos desplomados. Un paraíso de calles desiertas, de
muertos sin enterrar. Un paraíso de muros derruidos, de torres caídas y
campos devastados...
Dejadnos las ruinas.
Debemos comenzar desde las ruinas. Llegaremos.
María Teresa León, Memoria de la melancolía
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