E. Hemingway.
Friday, 28 November 2014
November rain
Tuesday, 25 November 2014
des Grauens
Me llega el halo amoniacal de sus axilas antes que su voz y su mano pálida alargándose para estrechar la mía. Maldigo una vez más la circunstancia del agua por todas partes, el platanal con sus nocturnos roces y los feriados que alejan de mi al alemán orate cuando más lo necesito, y entro en el gabinete pensando en la resignación y sus anagramas.
Tecleo, tecleo, tecleo. Tecleo y murmullos, los de él por su naturaleza de sepulturero, los míos porque es para lo único que me alcanza la voz. Tecleo y una espátula. Tecleo y dos manos heladas a cada lado de mi garganta. Tecleo y un pinchazo en el dedo corazón. Tecleo y un "descúbrete, por favor", que no alude a sombrero alguno y que yo entiendo de a una, porque para algo llevo treinta y seis años en esto.
Fuera el sweater de lana. Fuera la camiseta con su risueña calavera. Fuera también la vergüenza, qué le vamos a hacer, cuando sus dedos de páramo sueltan el broche del sujetador para auscultar los pulmones y luego rozan los pechos a medio cubrir mientras escuchan el corazón. "Ya", dice, y yo alcanzo apenas a balbucear "Ah, qué bien..." y a darme la vuelta para vestirme cuando siento los dedos otra vez en la espalda, abrochando el sostén y acomodando los tirantes, y el olor a amoniaco llenándome la nariz. Luego, más tecleo.
"Así debe sentirse la amante de Nosferatus", pienso, y con esa idea en la punta de la lengua escucho el diagnóstico, recibo la recta, doy las gracias y salgo a la calle blanquigris que sonríe rutilante de luces navideñas.
Yo sonrío a mi vez, pero no vuelvo la cabeza para ver si la pálida figura me observa desde alguna torre. Por si las moscas... y los murciélagos que las devoran.
Saturday, 22 November 2014
Amagos
Cuarta estación y sólo había alcanzado a leer treinta páginas. La lentitud, habría dicho él. ¿La suya o la del tren? Ambas, habría contestado él. Bueno, al menos ella no olía a fierro oxidado. Si, claro, al menos eso. Ella olía a agua destilada, a lluvia, a pájaros. Ah, los pájaros...
***
El día anterior ella había encontrado en el balcón un gorrión con un ala lastimada. Buscó una manta y envolvió en ella el cuerpo pequeñito que casi desapareció entre los pliegues de la tela; lo puso en una cestita, alto sobre el estante para que el bandido del gato no lo descubriera.
No tenía con qué alimentarlo y salió al mercado a comprar semillas de girasol, que eran sus preferidas, porque pensó que al pajarillo también le gustarían. Le explicó a la tendera lo que pensaba hacer con ellas, y cuando la mujer le preguntó si dejaría al gorrión en libertad una vez que sanara respondió que si, que naturalmente, pero por dentro entristeció.
Cuando regresó a casa buscó la cesta y la encontró en su sitio. Estaba vacía, empero, y del gorrión sólo quedaba la marca apenas visible de su cuerpo y un tibio olor a desamparo. Desesperó, pero el gato no se dignó a responder a sus acusaciones, y en el teléfono su madre le habló con la voz calma y segura que se usa para consolar a los locos."Ya estás muy grande para platerismos"—dijo también.
***
Quinta estación, aún treinta páginas. Al menos no era un cuervo, habría dicho él. Si, claro, al menos eso.
Thursday, 20 November 2014
Not for you
Y porque, como afirmaba el señor Nietzsche, que era tan sabio que acabó en el manicomio, la paradoja es el atajo para llegar a la verdad, en un momento dado aquella rubia que se echaba al coleto cerveza tras cerveza se volvió hacia mí y me enlazó por la cintura mientras cantaba a viva voz y yo, por estar sobria como una ostra, o concentrada en mirar al Eddie, o por puro instinto, le sonreí sin mirarla y le dí la vuelta, sin perder la ternura pero con firmeza para que regresara a su posición original, como la choza de Babá Yaga. Tres canciones más tarde la vi, bailando muy apretadita con otra pájara de la noche, mientras se besaban con los ojos cerrados.
"Not for you", cantaba el Eddie cuando rechacé sus arrumacos. Lo cual es bello e instructivo.