Y porque, como afirmaba el señor Nietzsche, que era tan sabio que acabó en el manicomio, la paradoja es el atajo para llegar a la verdad, en un momento dado aquella rubia que se echaba al coleto cerveza tras cerveza se volvió hacia mí y me enlazó por la cintura mientras cantaba a viva voz y yo, por estar sobria como una ostra, o concentrada en mirar al Eddie, o por puro instinto, le sonreí sin mirarla y le dí la vuelta, sin perder la ternura pero con firmeza para que regresara a su posición original, como la choza de Babá Yaga. Tres canciones más tarde la vi, bailando muy apretadita con otra pájara de la noche, mientras se besaban con los ojos cerrados.
"Not for you", cantaba el Eddie cuando rechacé sus arrumacos. Lo cual es bello e instructivo.
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¡Habla, pueblo de Aura!