Pasa de largo una señora, encorvada y con mocasines marrón, que mueve la cabeza en franca desaprobación. Pasa de largo un señor que lleva espejuelos de pasta, después del "entra tú si quieres, pero ni pienses que esperaré por tí" sibilante que le ha soltado su mujer. Pasa de largo un grupo de adolescentes que caminan mientras se empujan unos a otros, ruborizados ante la mirada risueña de la chica detrás del mostrador.
Entran dos muchachas rumanas, que no parecen putas pero lo son, aunque a mis ojos les falta edad, desgarro y canallada. Detrás de ellas, al trote, entra el señor de los espejuelos de pasta.
Fuera, claro. Por los pornshops que yo visito no pasan señoras con mocasines ni inquisidoras de pobres maridos; eso bueno tiene conocer los secretos de algunas ciudades.
ReplyDeleteEncantado de haber recalado por acá. Comienzo el registro del blog, a ver si me encuentro otros textos tan deliciosos como este. Un saludos desde La Habana
ReplyDeleteYo, encantada de tenerte por aquí. Espero que lo que leas te guste y que te quedes. Saludos de vuelta.
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