E. Hemingway.
Friday, 24 May 2019
Rather your legs
Estaba sentado en un banco del parque mayor de mi pueblo, bajo uno de aquellos gloriosos árboles de flores rojas que llovían hormiguchas, y yo andaba feliz porque precisamente quería presentarle a mi nuevo amor: un gato estrábico de ojos muy verdes que por supuesto se llamaba Cocuyo.
Al fin, un sueño posible.
Monday, 20 May 2019
Jesus alone
Este hombre y su piano, su sarcasmo y su inteligencia, su voz vibrando entre mis piernas. Sobre cada una de sus canciones podría levantar mi iglesia: culpa me sobra para ello.
De mi muñeca derecha a tu eternidad, Cave mío.
Wednesday, 15 May 2019
Anacoretismos de mar
Enorme, blanca, luminosa, con terrazas íntimas y olivos viejos, abierta de piernas al mar, es el lugar perfecto para pasar la vida y ver llegar la muerte.
El capitán en cuestión fue mánager de Salvador Dalí, y yo bien lo sabía, y sabía también que de ninguna manera alquilarla podría ser siquiera moderadamente caro, pero como también soy masoquista, allá fui: medio millón de coronas por quince días.
Y es aquí que digo: Dios mío, aparta de mi este cáliz o deja que el Maligno, con nocturnidad y alevosía, añada seis ceros al saldo en mi cuenta; total, como anda hoy el mundo nadie va a echar en cuenta que de la noche a la mañana aparezca una hijoputa billonaria más.
No me compraré un avión, te lo prometo. Ni lanzaré mi propia colección de perfumes vulgares. Ni me buscaré un negro chamán para que me moje el chakra. De verdad.
Thursday, 9 May 2019
Oda al tuerto Zanoni
En mi pueblo, donde taxis, guaguas, tranvías, metros y otras excentricidades del transporte resultan obsoletos, los coches tirados por caballos son -al contrario de lo que creen ciertas moscas vocingleras- una necesidad, si quiere uno moverse de un punto A a un punto B en un período de tiempo razonable y sin derretirse bajo la canícula caribe.
Así pues, el tuerto Zanoni es ahora conductor de uno de esos coches; me lo ha contado mi madre ayer, muerta de risa, después de viajar con él. Y me contó también que el tuerto, entre y bache y bache, soltó un discurso, a propósito de unas señoras con pinta y alza de evangélicas, que bajaron del coche:
"¡Ahora todas son cristianas! ¡Bendiciones pa'quí, bendiciones pa'llá! ¡Con lo putas que eran y lo que han s...!" Y aquí, volviéndose contrito hacia mi madre: "¿Usted me entiende, señora?"
"Si, mi'jo", le contestó ella.
"Descarás..."
Yo, por mi parte, acabo de recuperar la fe en el mejoramiento humano: si la luz del entendimiento se ha hecho en una cabezota como la del tuerto Zanoni, puede hacerse en cualquier otra mollera. Le perdono incluso las veces que intentó espiar por debajo de mi saya de uniforme con su dichoso espejito en el zapato.
¡Aleluya!