E. Hemingway.
Monday, 12 November 2018
Alas
Hace unos días he arrojado al jardín trasero un par de peras que comenzaban a lucir pecas. Alguien me ha hecho caer en cuenta de que los pájaros negros con pico naranja que han acudido a comerlas se emborrachan con ellas, y no he respondido, pero ganas no me faltaron: no soy policía del karma siquiera de los cristianos que me rodean, ¿voy a serlo de algún bicho?
Uno de esos pájaros acaba de estrellarse contra la ventana. Me he asomado a comprobar la magnitud del siniestro y lo he visto incorporarse y alejarse renqueando hacia el pino viejo.
"Salud", he dicho, y he levantado por él mi copa de Prosecco.
En el peor de los casos, en el pino le espera una madre que le caerá a escobazos como mamá Cacha a Arsenio; en el mejor, una mujer como yo, que cree que a nadie le importará, después de muerto, que haya tenido uno ciertos vicios.
Tuesday, 2 October 2018
Monday, 17 September 2018
Saturday, 8 September 2018
Thursday, 6 September 2018
Del mar que cantaba sólo para mí
Así pues, Yemayá reina, madre mía, terca y orgullosa como yo, y como yo capaz de dejarse la piel en el intento de ser eterna antes de rendirse, maferefún. Que se sigan abriendo las aguas de mi corazon, a pesar de los naufragios, y que el mar esté ahí el día que me dé por morirme sin decir a dónde.
Puntos
que el malecón habla en sueños,
que Silvio está otra vez cantándole al fantasma de alguien,
que la ciudad se cae, se cae, se cae
que todo huele a las gardenias que te regaló una negra buena diciendo que te pareces
a Cachita
y que hablarás más del cosmos otro día,
porque ahora la única estrella que cuenta
-oscura, húmeda, palpitante-
está en tu mano izquierda,
mientras la derecha se apoya
en el cristal de esta ventana enorme
que refleja lo mal que le quedan
a Kurt Cobain tus pezones.
Sunday, 2 September 2018
Strange fruit
Wednesday, 15 August 2018
Aguas
Tuesday, 14 August 2018
Ni un ya no estás
Payasos y negras carnavalitas
Tradicionalmente, los carnavales en mi pueblo comenzaban el 26 de Julio, día de San Joaquín. Celeste, la loca, esperaba la fecha con toda la alegría de su buen y disparatado corazón; dos cosas prefería en el mundo: embadurnarse de mercuro cromo a la más mínima insinuación del pellejo, y bailar con el órgano en los sanjoaquines.
Para mí, en cambio, fueron siempre algo para coger con la punta de los dedos, a la distancia del brazo. Me molestaba el gentío: la turba solferina que deambulaba por el Paseo de la Marina, como zombies detrás de aquella cerveza que corría luego, calle abajo, en forma de orines rancios que volvían irrespirable el aire del mar. Me disgustaban las manos, aprovechando el tumulto para tocar impunemente; la música ensordecedora; los estribillos vulgares de las congas; las broncas sangrientas que estallaban de pronto en cualquier lugar me horrorizan aún hoy.
La última vez que vi, de pasada, un carnaval, las cosas eran aún peores de lo que recordaba: bajo el sol inclemente, una montonera de hombres jóvenes, de raza incierta, semidesnudos y hoscos, ejecutaba algo que di en llamar "areito hardcore", mientras desde los balcones les arrojaban baldes de agua. Detrás, la turba, harapienta a pedazos, a pedazos vestida como para el circo según la moda venezolana, aplaudía. Recuerdo que le comenté a una amiga que entonces sí debería habernos visto Joséphine Baker, y ella me respondió con la sonrisa más triste que le he conocido.
Dos recuerdos agradables tengo, empero, asociados al carnaval. El uno son los ojos verdes y luminosos de Tony, que me llamaba Vanesilla, y me compraba cucuruchos de todo, y se reía, se reía, viendo a mi tía taparme los oídos cuando la conga le coreaba a Liberato barbaridades sobre el destino de Tojosa.
Y otro, también ojiverde como la albahaca y lleno de luz propia desde la sombra, como los cuadros de El Greco, pero de ese no hablo porque me gusta mucho, como la aceituna.
Monday, 13 August 2018
Oda a Hettie, la loca
Debes saber que te entiendo, querida. Yo también, si pudiera, le cambiaría el escondite a mi corazón hasta que se me olvidara dónde fue que lo vi por última vez.
Wednesday, 27 June 2018
M es de soles
"Es como tener frío, y hacerse pis encima para alviarlo", ha dicho ella, muy seria. "O como rasurarte por completo justo antes de bañarte en el mar: parece una buena idea, y lo será durante los segundos en que te sientes tibia y rica y ligera; luego te arrepientes por dos o tres eternidades."
Me he reído de buena gana, porque es la descripción más exacta que he escuchado nunca, sobre las segundas oportunidades. Serrat lo dijo más bonito, "no esperes mañana lo que no te dió ayer", pero creo que me quedo con esta versión, un poco bruta, sí, pero tan definitiva como un puñetazo.
Yo alguna vez sabré zurcir, y hacer el amor con el pelo corto, y pasar por el lado de la vitrina sin romperme los pies pero, mientras todo ese conocimiento llega, sigo balanceándome sobre mi intuición, que estira a veces, pero no se rompe.
Hemingway tenía su detector de mierda, y yo estoy por creer que también tengo uno y que funciona así: ¡click!, como un reloj.
Wednesday, 25 April 2018
Jodida pero contenta
Por primera vez en veinte años he cambiado de perfume. Cambiar de perfume es como cambiar de amor o de corazón; al comienzo anda uno un poco a tientas, sin reconocerse del todo, como quien sonríe a su propia imagen en el agua. Pero cualquier día despierta y siente las notas de las gardenias en la almohada, o en el pelo, o en los dedos de alguien que acaba de acariciarlo, y resulta que esta nueva versión también es real, o al menos tan real como uno mismo quiera que sea.
Thursday, 5 April 2018
Wednesday, 14 March 2018
Locos de amar
Siempre me he cagado en las dinastías y en las patrias putas la banderas sucias
Los reinos de mierda y la sangre azul, mi majestad...
Tuesday, 6 March 2018
Se nos sigue desangrando la llave de la cocina
Hay un denominador común de ojeras y pelo negro que lo complica todo: no sé dónde comienzan sus hijos de puta y dónde terminan los míos. Sus noches de ahora huelen a nieve, o a mar, o a alientos de niños; sus días de antes olían a mariposas y gardenias y basura recalentándose en las esquinas y negros pendencieros y rosarios por las tardes, como los míos. Debe ser por eso que ya no distingo. No sé quién metía de contrabando al novio en el cuarto, ni quién se dejaba el pellejo cantando "Bésame mucho" cada noche, ni quién lamía dedos con olor a trementina, ni quién era cintura nada más. No sé quién es más Lolita o más Lulú o más Amaranta.
Algo sé, y es que cuando se quitan, pluma a pluma, los prejuicios, las ganas de juzgar y el miedo a que las juzguen, las soledades heredadas, la vileza de la decencia -pequeños pájaros puhuys- hasta quedarse en cueros -pichones de ángel- mis alas crecen.
Ícaro era un comemierda. Yo soy Isis.