Los zapatos cómodos, las bragas mínimas.
La voz de Billie Holiday.
El olor a terpentina en los dedos.
Hemingway, el vino tinto, los gatos mansos.
Un jabón que huele a tu papá.
Un balance.
Una buhardilla.
El olor de la bahía cuando entras a La Habana.
El trueno de las tres de la tarde.
Las risas de tus hermanos.
Las manos grandes.
Tu mamá, entre helechos, de mañana.
El viento. Los sauces. El viento en los sauces.
Hacer el amor hasta que duela.
Una camisa de flanela.
Las medias de lana cruda.
Los recuerdos buenos que otros tienen de ti.
Las cicatrices.
La lluvia.
Un hijo que ya no tiene fiebre.
El olor a lavanda en la almohada.
Una canción que te gusta, en la radio.
Las películas francesas.
Las berenjenas.
Mirarte al espejo y parecerte a la tía Teresa.
Tu ciudad, cuando cae la tarde.
El mar. El mar. El mar.
Para todo lo demás, si tienes mala suerte, está MasterCard.
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