El mar es mi segundo gran amor. No hay nada que me haga sonreír más, ni me consuele más, no me responda más cuando necesito pensar en voz alta. O sí, pero ya no. El mar es lo único que he amado sin que me haga daño. Es lo único a lo que he amado sin hacerle daño.
Así pues, Yemayá reina, madre mía, terca y orgullosa como yo, y como yo capaz de dejarse la piel en el intento de ser eterna antes de rendirse, maferefún. Que se sigan abriendo las aguas de mi corazon, a pesar de los naufragios, y que el mar esté ahí el día que me dé por morirme sin decir a dónde.
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¡Habla, pueblo de Aura!