Despues nos hemos echado a reir, porque en este caso el hecho de que yo ni siquiera conozca a su hijo ni ella lo vea desde hace años es totalmente irrelevante; la pasaríamos de maravillas, tumbadas en el sofá bebiendo té con vodka, u horneando pirogs con mermelada de ciruelas, o metiendo las narices en cuanto anticuariato nos pusiera al paso la bella Cracovia, o viendo la tarde pasar en un café, bajo la mirada tierna de los muertos.
Queda para la próxima reencarnación, anotado en rojo.
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¡Habla, pueblo de Aura!